El príncipe y su abuelastra.

El príncipe y su abuelastra.

por chamlaty

Un tejo milenario le contó un día esta historia a Connor, un niño al que visitaba mientras luchaba contra una pesadilla que le atormentaba cada noche:

Existieron una vez hace mucho, mucho tiempo, unos reyes muy queridos, pero que tuvieron que mandar a sus tres hijos a diferentes guerras. Uno a uno, fueron muriendo y la reina, rota de dolor, no pudo soportarlo y también murió.

El rey se quedó solo, al cuidado de su único nieto, un niño inteligente y con buen corazón, al que instruyó para que pudiera gobernar con rectitud cuando llegara su hora. Pero cuando el príncipe era aún joven, el anciano rey se casó de nuevo con una mujer mucho más joven que él, y a la que todos comenzaron a mirar con malos ojos. De hecho, pensaban que en realidad era una bruja que quería quedarse con el trono.

Poco después, el rey murió, y aunque los súbditos pensaban que había sido envenenado por su propia mujer, ella finalmente heredó el trono y se convirtió en reina.

El príncipe aún no tenía edad para ser rey. Su ‘abuelastra’, que en realidad era joven y muy hermosa, le propuso casarse con ella para reinar a su lado, pero él no quiso, y prefirió entregar su amor a la dulce hija de un campesino.

El príncipe era muy querido por todos los súbditos, y vieron con buenos ojos que no quisiera ocultar su amor por la humilde joven. Aún así, su ‘abuelastra’ insistió en la opción de casarse con ella y él decidió huir del reino con su amada.

Se alejaron de allí en un caballo, y cansados, pararon junto a un enorme tejo para dormir. Pero a la mañana siguiente, la muchacha estaba muerta. Alguien la había asesinado mientras dormía. Y el tejo, despertó.

El príncipe acudió enfurecido al reino y acusó a la reina, delante de todos, de asesinato. Y los súbditos le creyeron. Para salvar a la reina de la ira de los súbditos, el tejo se llevó de allí a la mujer y la dejó en el lugar donde nació, un pequeño pueblo pesquero donde pudo rehacer su vida.

En este momento de la historia, el niño se enfadó:

– ¿Por qué salvaste a la reina? ¡Si era una asesina!

– El pueblo decía que era una asesina- respondió el tejo. Pero… ¿lo era? La verdad es que su abuelastra no era ninguna bruja, y que se casó con el rey por amor. La verdad es que ella no le envenenó, sino que el rey murió de viejo. La verdad era que no mató a la doncella, sino que fue el propio príncipe quien lo hizo, terminando así un diabólico plan para conseguir en solitario el trono.

El tejo terminó entonces con la historia:

El príncipe pudo coronarse rey. El nuevo rey gobernó en aquel reino durante muchos años, y lo hizo con rectitud. Fue muy querido por sus súbditos, quienes vivieron en la mentira que el propio rey ocultaba.

Las apariencias engañan.
El daño que pueden llegar a hacer los prejuicios.
No siempre los malvados o los egoístas obtienen un castigo.

En muchas más ocasiones de las que pensamos, las apariencias engañan. ¿Cuántas veces nos habremos dejado llevar por la creencia en lo primero que nos cuentan, sin investigar o contrastar la verdad? Eso sin contar con la segunda reflexión de esta increíble historia: los humanos somos muy complejos y contradictorios y no existe la verdad absoluta.

No te dejes llevar por las apariencias: Todo parecía indicar que la abuelastra del príncipe era una malvada y ambiciosa mujer… y tal vez una bruja, que envenenó al rey y luego asesinó a la amada del príncipe por despecho. Pero esa era solo la apariencia. La verdad escondía una realidad muy difícil de asimilar. Y es que muchas veces la verdad es tan dura que preferimos mantenerla escondida. Por eso, nunca te fíes de las apariencias, por muy claras que parezcan.

«Muchas veces, la verdad es tan dura, que preferimos mantenerla escondida

Nadie es bueno o malo, sino que comete buenas o malas acciones: Vivimos en una paradoja constante. El niño protagonista de esta película no entiende al principio la historia. ¿Por qué el árbol no dejó que castigaran a la reina? ¡Si era una asesina! Pero resultó que no lo era… Entonces, ¿por qué no castigó al príncipe? Porque después fue un rey muy bueno. Las personas son complejas y paradójicas: nadie es bueno o malo por completo. Se cometen acciones correctas o incorrectas, pero detrás de una incorrecta puede venir una correcta y al revés…

Las injusticias existen y no podemos ocultarlas: No siempre el bueno vive mejor ni las mentiras son desenmascaradas. En ocasiones se dan estas ‘injusticias’, que nos hacen sentir mal y encienden en nosotros la ira.

 

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