El mensaje de la muerte.

por chamlaty


Paseaba un gigante por un camino cuando un hombre más bien pequeño se plantó frente a él y dijo:

– ¡Detente!

El gigante le miró de arriba a abajo sin comprender muy bien qué podía querer alguien tan insignificante:

– ¿Por qué te pones en mi camino? ¿Qué quieres?- preguntó el gigante.

– Soy la muerte. Vengo a buscarte.

– ¿Tú vas a poder conmigo?- dijo entre risas el gigante.

Y como la muerte insistía, ambos comenzaron a luchar. La muerte a pesar de ser pequeña, era ágil, pero el gigante le consiguió dar una buena paliza y la lanzó contra unas piedras antes de continuar su camino.

La muerte se quedó allí postrada mientras se retorcía de dolor, hasta que un joven sano y alegre, que iba silbando, pasó a su lado y se apiadó de ella. Le ayudó a levantarse y le dio agua para que se recuperara.

– Muchas gracias, eres bondadoso, joven… ¿sabes quién soy?

– No- respondió el joven.

– Soy la muerte. Nadie escapa a mi designio… y como has sido tan amable conmigo, te prometo que antes de llevarte, te mandaré mensajeros para que estés prevenido.

– Me parece bien… así podré preparame antes de partir- dijo asintiendo el joven, que se alejó de allí muy contento.

Este joven pasó unos cuantos años muy feliz. Era fuerte, estaba sano y la vida le sonreía. Pero al cabo del tiempo llegó la enfermedad y con ella, el dolor. Los huesos empezaron a dolerle mucho y él hasta maldijo a la muerte por no llevarle:

– No debo morir aún- pensó- La muerte me dijo que mandaría mensajeros para avisarme y aún no mandó ninguno… Pero este dolor es insoportable.

Y cierto, durante aquella enfermedad, no murió. Así que el hombre continuó despreocupado.

Pero a esa terrible artritis le siguieron más problemas: se le empezaron a caer los dientes y hasta se quedó ciego al cabo de unos años. Y un buen día, alguien tocó en su hombro.

– ¿Quién es?- dijo el hombre.

– Soy la muerte. Vengo a por ti.

– ¿Ahora? ¡Me mentiste!- dijo enfadado- ¡Dijiste que enviarías mensajeros para que pudiera estar preparado y no mandaste ninguno.

– ¿Eso crees? ¡Llevo muchos años mandándote mensajes! Te envié un terrible dolor de huesos… ¿Y por qué crees que se te cayeron los dientes? ¿No comenzaron a zumbarte los oídos y a impedir que escucharas con nitidez? ¿No se te tiñeron los cabellos de blanco? Sin contar con la ceguera. También fue otro mensaje…

El hombre, entonces se dio cuenta y aceptando su destino, se fue con la muerte.

Desde la visión más positiva, este cuento, en lugar de ser negativo y asustarnos, es todo lo contrario.

Sirve como una voz de alerta para que aprendamos a valorar y aprovechar el tiempo de juventud y los años de vida que nos quede. Si ante los primeros ‘mensajes’ de que la edad avanza, nos decimos: «no debo desperdiciar ni un solo minuto», estaremos aprovechando el tiempo que nos queda y aceptando que la muerte debe llegar para todos.

«Los primeros signos de vejez deberían ser un aviso para plantearnos vivir al máximo cada minuto»

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