Cuenta una antigua leyenda de Nigeria que hace mucho tiempo vivían en un poblado africano dos personas totalmente opuestas: uno de ellos era muy pobre, pero muy generoso. Además, trataba muy bien a los animales, y hasta compartía el poco pan que tenía con las hormigas que andaban cerca de su jardín.
Las hormigas, agradecidas, respetaban sus plantas y cuidaban sus flores.
En el otro extremo del poblado vivía un hombre muy avaricioso y cruel con los animales. Pisaba todas las hormigas e insectos que encontraba a su paso y lanzaba piedras a cualquier animal que se acercara. Además, atesoraba monedas de oro debajo de su cama como un tesoro que jamás compartía con nadie.
Las hormigas, amigas del primer hombre, pensaron que eso no era justo, y se reunieron para encontrar una solución a esa injusticia:
– Amigas- dijo la hormiga reina- Debemos ayudar a nuestro amigo. No puede ser que sea tan bondadoso y tan pobre. En cambio, el otro aldeano es rico y nos trata fatal. ¿Qué podemos hacer para castigarle y premiar a nuestro amigo?
Entonces, a una de las hormigas presentes en la asamblea, se le ocurrió una idea:
– ¡Ya lo tengo!- dijo entusiasmada- ¿Y si cavamos un túnel desde la casa del hombre rico hasta la casa del hombre pobre y aprovechamos mientras duermen para llevar monedas de oro de uno a otro lado?
– ¡Qué buena idea!- dijeron todas.
Y así hicieron: por la noche, las hormigas cavaron un túnel que conectaba las dos casas y llevaron a casa de su amigo unas cuantas monedas de oro que tomaron de la casa del hombre rico. Al despertar, ambos se sorprendieron:
– Pero… ¿Quién ha dejado junto a mi cama estas monedas de oro?– se dijo el hombre pobre-. Sin duda… ¡es un regalo de los dioses!- Y, contento, guardó las monedas bajo la cama.
El hombre rico, sin embargo, en seguida notó que le faltaban las monedas, pero no comprendía qué podía haber pasado… La puerta estaba cerrada, no había entrado nadie. ¿Quién le había robado?
Lo mismo ocurrió el segundo y el tercer día. El cuarto día, las hormigas se llevaron las últimas monedas de oro a la casa del pobre. El hombre rico, al despertar, pegó un tremendo grito. Tan fuerte, que todos los aldeanos acudieron asustados.
– ¿Qué ocurre?- dijeron los aldeanos al llegar a casa del rico- ¿Por qué gritas así?
– ¡Me han robado! ¡Todo mi oro! ¿Quién ha sido? ¿Cómo lo han hecho?
Entonces, el hombre se fijó en que había un pequeño agujero bajo su cama.
– ¡Ya lo tengo! ¡Por aquí ha sido! Debemos buscar el otro extremo. Iré casa por casa buscando un agujero como este… ¡Y daré con el ladrón!
El hombre rico, lleno de furia, fue casa por casa buscando el otro extremo del agujero… hasta que llegó a casa del pobre y lo encontró, junto a la montaña de monedas de oro.
– ¡Aquí tenemos al ladrón!- gritó enfurecido el hombre rico.
– ¡Yo no hice nada!– intentó defenderse el hombre pobre-. Encontré cada mañana unas monedas y pensé que era un regalo de los dioses… ¿Cómo voy a caber yo por ese agujero?
– Seguro que eres brujo y cambias de tamaño- insinuó el hombre rico.
Todos le miraron asustados. Decidieron encerrarlo en una cabaña de madera por ladrón… y por brujo.
Las hormigas al enterarse de lo que había pasado, y de que su plan no había salido bien, volvieron a reunirse en asamblea:
– No nos salió bien el plan y ahora nuestro amigo está encerrado en una cabaña- dijo la hormiga reina-. ¿Qué podemos hacer?
– ¿Y si devoramos la cabaña por la noche para que pueda escapar?- insinuó una de ellas.
– ¡Eso es!- Y además le llevaremos unas monedas para que pueda rehacer su vida lejos de aquí.
Las hormigas fueron esa misma noche, organizadas en fila. Primero llevaron monedas de oro de la casa del hombre rico hasta la cabaña y después, devoraron la cabaña entera.
El hombre pobre, al ver lo que había sucedido, les dio las gracias, tomó las monedas y huyó lejos del poblado, con intención de comenzar una nueva vida.
Al día siguiente, los aldeanos contemplaron asustados el lugar en donde debía estar la cabaña…
– ¡El hombre pobre ha desaparecido junto con la cabaña! ¡Seguramente los dioses le habrán castigado!
Y así fue como al final se hizo justicia gracias a la ayuda de las hormigas y el hombre pobre pudo rehacer su vida en otro lugar apartado de aquella aldea. Y esto también explica por qué las hormigas siempre van en fila y trabajan en equipo.
Por un lado, el de la gratitud: las hormigas están tan agradecidas al hombre que las trata bien, que necesitan recompensarle de alguna forma.
En busca de algo de justicia: La forma que tienen las hormigas para recompensar los buenos actos del hombre pobre en esta leyenda de las hormigas y el tesoro es buscar la justicia para él, ya que no se merece ser tan pobre al ser tan bondadoso. Sin embargo, las personas piensan que el hombre pobre es un ladrón, y buscan castigarlo, sin entender que en realidad se intentaba hacer justicia.
La avaricia que merece un castigo: Por otro lado, tenemos la figura del hombre rico, que es avaricioso y no tiene ni una pizca de bondad en su corazón. De hecho, además de no ser solidario ni generoso con los demás, tampoco es capaz de respetar a los animales.
La solución… el trabajo en equipo: En ‘Las hormigas y el tesoro’, las hormigas trabajan en equipo para conseguir solucionar el problema. Al final, la historia nos habla de justicia, esta vez sí, a favor del que merece una recompensa. Sus actos bondadosos tienen un premio.
«La gratitud lleva a recompensar al generoso.»