Hubo un hombre pobre, pero muy trabajador que, andando por el campo, escuchó voces femeninas en alegre jugueteo; se acercó para ver y eran tres seres celestiales que se estaban bañando en una poza. Una de ellas se dio cuenta de que la observaba y quedaron prendados uno del otro.
Él la llevó a su casa, contrajeron nupcias y vivieron en mucha felicidad y armonía durante un tiempo. Vinieron los hijos y eran realmente felices y respetados por sus vecinos. Hasta que un día la mujer tuvo que regresar al cielo, tomó a sus hijos y se los llevó dejando al hombre solo y triste en su pobre casa.
A pesar de esto, el hombre no se exasperó, ni le guardó rencor, siguió amándola y comportándose como un hombre honorable, trabajador y esmerado. Con el tiempo, sus méritos fueron reconocidos en el Cielo, por lo que le fue dado poder subir a estar con su familia, se reencontraron y, entonces ahora sí, vivieron felices para siempre.
CUENTO COREANO.