Una vez un hombre viejo plantó un nabo. Todos los días le regaba y decía:
– ¡Crece, crece, pequeño nabo, crece y hazte mayor!
Y el nabo creció y se hizo muy grande y dulce. Entonces, el hombre viejo fue al campo para arrancarlo. Y tiró y tiró, pero no consiguió arrancarlo de la tierra. Así que llamó a la señora vieja.
La mujer tiró del hombre y el hombre tiró del nabo. Pero no consiguieron arrancarlo. Así que la vieja llamó a su nieta.
La niña tiró de la abuela, la abuela tiró del abuelo, el abuelo tiró del nabo y a pesar de sus esfuerzos, no pudieron arrancarlo.
Así que la niña llamó al perro negro. El perro tiró de la nieta, la nieta tiró de la vieja, la vieja tiró del viejo, el viejo tiró del nabo… pero no pudieron arrancarlo.
Así que el perro llamó al gato. El gato tiró del perro negro, el perro tiró de la niña, la niña tiró de la abuela, la abuela tiró del abuelo y el abuelo tiró del nabo, pero no consiguieron arrancarlo.
Así que el perro llamó a la rata. Y la rata tiró del gato. El gato tiró del perro. El perro tiró de la niña. La niña tiró de la abuela. La abuela tiró del abuelo. El abuelo tiró del nabo. Y tiraron, y tiraron y al fin consiguieron arrancar el nabo.
Entre todos, lo lograron: El hombre plantó el nabo con toda su ilusión. Su objetivo era poder usarlo después para cocinar. Pero el nabo creció tanto que él solo no podía arrancarlo de la tierra. Por eso pidió ayuda, y fue una gran idea. Entre todos al final consiguieron sacar el nabo, aunque se necesitaron muchas manos para conseguirlo.
Un gesto de generosidad: Ayudar a otro de forma desinteresada es un auténtico gesto de generosidad que también implica empatía y solidaridad. Pero es algo que nos reconforta. Ayudar a una persona a hacer realidad sus sueños nos hace felices también a nosotros. Tal vez porque así también nos sentimos importantes y útiles, algo que contribuye a mejorar nuestra autoestima y amor propio.
Los frutos del esfuerzo: Después de regar el nabo durante muchos días y de tener algo de paciencia, el hombre consiguió beneficiarse de los frutos de su esfuerzo. Efectivamente, el nabo creció y se hizo muy grande y dulce. Y es que a veces el premio al esfuerzo consiste en conseguir lo que buscábamos. También se esforzaron todos los que ayudaron al anciano, un esfuerzo altruista que solo buscaba ayudar.
«Ayudar a una persona a hacer realidad sus sueños nos aporta felicidad»

