El joven Alejandro y Bucéfalo.

por chamlaty


Cuentan que cuando Alejandro Magno era aún muy joven, su padre, el rey Filipo de Macedonia, se enamoró de un caballo salvaje que un noble trajo hasta él. Sin embargo, ninguna persona había conseguido montar sobre él y domesticarlo. Era un caballo tozudo y muy bravo.

El rey ordenó a sus mejores caballeros que intentaran domar ese caballo, y a pesar de sus esfuerzos y pericia, ninguno lo logró. El caballo, negro y brillante como la noche, terminaba tirándoles a todos.

– ¡Qué pena!- dijo el rey- ¡Con lo hermoso que es y debo devolverle!

Alejandro, el hijo del rey, había observado todo con mucha atención y entonces dijo:

– Padre, ¿me permites probar a mí?

– Pero hijo… ¡eres todavía muy joven! ¿Cómo vas a conseguir lo que no lograron mis más expertos caballeros?

– Bueno… no creo que perdamos nada por intentarlo- respondió él muy seguro.

– Está bien, puedes intentarlo- respondió su padre, seguro de que esa sería una buena lección de humildad para su hijo.

Entonces, Alejandro, miró al cielo y buscó el sol. Se acercó al caballo con delicadeza y susurrándole palabras cariñosas, le dirigió de tal forma que quedara mirando al sol.

– Te pondré de nombre Bucéfalo- le dijo.

Y acariciando sus crines, se subió encima. El caballo al notar el peso, intentó tirarle, pero Alejandro se agarró con fuerza mientras le seguía acariciando el cuello. El animal se calmó y permitió que el joven montara encima. Su padre no salía de su asombro:

– Hijo, ¿cómo lo has conseguido?

– Muy fácil- respondió Alejandro- Vi que todos los que intentaron montar al caballo, lo hacían con el animal de espaldas al sol. Él, al ver su sombra en movimiento, se asustaba mucho. Pero yo he conseguido que no pueda ver su sombra y de este modo, se ha tranquilizado.

Su padre Filipo dijo con orgullo:

– Hijo, creo que nuestro reino se va a quedar muy pequeño para ti. En un futuro construirán un gran imperio gracias a tu ingenio.

Y así fue. Cuando Alejandro creció consiguió crear un inmenso imperio que iba desde Grecia hasta la India y Alejandro el joven se convirtió en Alejandro Magno.

La empatía, clave a la hora de buscar el origen de un problema: En ‘El joven Alejandro y Bucéfalo’ una vez que Alejandro pensó en buscar el origen del nerviosismo del caballo, usó un valor esencial: la empatía. Intentó ponerse en su lugar y solo entonces se dio cuenta de que no eran los hombres lo que tanto le asustaban, sino la sombra que veía proyectada en el suelo. Gracias a esto, encontró la forma de domar al caballo.

Nunca te des por vencido: Cuando el padre de Alejandro ya se dio por vencido, Alejandro le dio un gran ejemplo. Nunca había que rendirse, y pidió probar una vez más. La respuesta del animal a su ingeniosa forma de domarle asombró a su padre. Él, que pensaba que el caballo le daría una lección de humildad, tuvo que felicitar a su hijo por darle a él una gran lección de ingenio y perseverancia.

 

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