Cuando el pintor norteamericano James Abbott McNeal Whistler (1834-1903) gozaba ya de renombre, un ricachón le encargó su retrato. Antes de iniciar el trabajo acordaron un precio que era bastante alto, pues Whistler ya era un artista muy cotizado.
Se le describía como “el maestro de las armonías cromáticas”, debido a su clara tendencia impresionista. El artista terminó el retrato en tres días, pero su cliente se negó a pagar la considerable suma acordada, alegando que era una retribución excesiva por solo tres días de trabajo. Al no llegar a un acuerdo tuvieron que presentarse en los tribunales. Tras escuchar la acusación contra el pintor, el juez le preguntó a Whistler cuánto tiempo le había llevado hacer el retrato, y él contestó sin titubear:
“He tardado tres días en pintarlo y toda una vida en llegar a poder pintarlo en tres días, Señor Juez”.
Al terminar con los alegatos se presentó la sentencia a favor de Whistler y naturalmente el ricachón tuvo que pagar el cuadro y todos los costos del juicio.