Nos cuentan que en una empresa había dos empleados, uno se llamaba Manuel y otro Joel estaban en el lugar de trabajo, comiendo el almuerzo que se habían traído de sus casas.
Manuel desenvuelve su emparedado y exclama «¡Otra vez emparedado de jamón! ¿¡Por qué tengo que comer todos los días emparedado de jamón!? »
Su compañero Joel le pregunta, extrañado: «¿Por qué no le pides a tu esposa que te prepare otra cosa?»
Y Manuel contesta: «Yo me preparo mi propio almuerzo.»
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Nada ni nadie determina la vida de una persona sino sus propias opciones. Ni la genética, ni la crianza, ni el entorno. Solo la autodeterminación.
La prueba absoluta de ello se aprecia en quienes dejan atrás situaciones horrendas, familias disfuncionales, el analfabetismo, etc.
Quienes superan graves carencias y alcanzan un éxito fabuloso son excelentes ejemplos para todos nosotros porque aquello que es realizable por uno, es realizable por muchos.
Las personas altamente exitosas creen que tienen derecho al éxito y actúan en consecuencia. Lo esperan. Toman lo que está a su disposición, sin remordimientos.
Cuando Bill Gates dirigía Microsoft era ese tipo de persona, para pesar de muchos detractores, celosos del dominio de Microsoft de la industria y del fastuoso alarde de riqueza de Gates – y completamente ignorantes de las «leyes naturales» que usó para su provecho.
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