Algunas semanas atrás conocí a Vicente.
Vicente es contador, llega todos los días a las 830 de la mañana (puntual), toma un café a las 11 y un almuerzo ligero en su escritorio a la 1pm. Casi que no se levanta de su puesto en todo el día. En los días que convivimos sólo lo hizo para recoger unos papeles, triturar otros e ir por su café. Al llegar a la oficina chequea las noticias en varios diarios online, analiza el comportamiento de algunas acciones en la Bolsa y luego enciende su Quickbook y comienza a registrar las operaciones del día anterior de al menos cinco compañías. Hace algunos llamados, concilia el banco y luego, a eso de las 5 y monedas, «he calls it a day». Toma su maletín, de esos antiguos que ya apenas se ven en bancos o series de gangsters, un poco gastado de tantos años de acompañarlo, y apaga las luces de la oficina, echando llave en cada puerta. Luego, ya con el sol de la tarde dando de lleno en sus espaldas, camina unas 3 cuadras hasta la primera estación del metro. Sin iPod o Spotify en su celular, camina lento, pero con paso firme. Espera unos minutos en la estación y luego, tal vez en unos 30 minutos llegará a su casa a descansar y prepararse para su próximo día.
Esta historia no debería sonar extraña…al fin y al cabo es la historia diaria de cualquier contador. Sin embargo, Vicente es especial.
Vicente tiene casi 80 años, y mantiene las ganas y la lucidez de una persona de 30. Lleva sus registros, conoce sus clientes y cada operación que pasó por sus manos. Vicente ordena cada papel con una metodología que parece haberse perdido en la era de lo digital. Encuentra documentos de hace 10 años con una facilidad que ni si quiera Google podría imaginar. Vicente pudo haber nacido antes de la Revolución Cubana, pero no se puede negar que le ha dado batalla a la Revolución Digital.
Además, Vicente, que pudo haberse jubilado hace unos 15 años, trabaja hace más de 20 con el cliente, con el que se conocen hace más de 30. Ya parecen familia, se nota en el trato y la forma de hablar. Un respeto mutuo que ya es difícil de encontrar en las relaciones laborales 2.0.
No sé muy bien por qué Vicente me impactó tanto. No sé si fue su edad, su ordenada rutina, o su decisión de seguir trabajando como si nada luego de jubilarse. Aunque también pudo haber sido que desde hace mucho tiempo no veía un ejemplo vivo de VOCACIÓN CONTABLE.
Antes de continuar, definamos vocación: la palabra viene del latín vocāre, «llamar», por lo que se asocia al “llamado interior” de la naturaleza humana de seguir una determinada actividad o profesión. Es importante que nuestro trabajo diario esté asociado a nuestra vocación para lograr un equilibrio en nuestra vida, con nuestras pasiones y propósitos. La plenitud en nuestro ámbito laboral rápidamente se traduce en la necesidad de ampliar ese ámbito a la sociedad, ya sea en temas académicos (seminarios, blogs, cátedras) o sociales (voluntariados, asistencia comunitaria, etc.). Una profesión desconectada de nuestros valores rápidamente se convierte en una técnica rutinaria, individualista y vacía de emociones.
Constantemente, uno ve ejemplo de personas con vocación en otras disciplinas o artes, pero en el área de económicas casi todo se reduce a business, a hacer plata y subir en una escalera infinita de posiciones en una organización. Ya es vox populi que, si un asistente resiste 2 años de dormir poco y trabajar mucho, va a ser Senior…Si el Senior soporta otros 3 años de viajes y dormir menos, será Gerente…Y así, siempre quemando años de calidad de vida, uno será socio o habrá juntado suficiente dinero para abrir su propia firma, con dos o 3 asistentes, y que le dará la inmensa satisfacción de decir «listo, ya estoy hecho. Valió la pena el esfuerzo». ¿Pero dónde quedó la vocación? ¿Las ganas? ¿En qué momento de esa historia uno pierde la emoción de hacer un asiento de ajuste? ¿O hacer un reporte que sea digno de un «excelente» y no de la emisión de una factura? ¿qué pasa con la voluntad de seguir capacitándonos aprendiendo de nuestros colegas?
Últimamente he recibido algunas felicitaciones de clientes por reportes o trabajos que llevan menos de 15 minutos hacerlos (tablas dinámicas, corregir un EEFF, realizar una investigación de un tema puntual o un saldo impositivo) y en vez de contentarme me preguntaba: ¿Qué tan bastardeada está nuestra profesión que hay gente que la aplica sin siquiera tener algunos conceptos claros (o incluso desconocerlos)? Una cosa puede ser no manejar las últimas NIIF o NIAS, pero otra muy diferente es no saber la diferencia entre una provisión y una previsión…o no aplicar depreciaciones…o no saber que la ecuación básica patrimonial debe cuadrar. He visto muchas cosas en estos casi 10 años de profesión…pero el tema de la ética contable quedará para un futuro post.
Creo que Vicente, a sus 80 años, fue justamente el soplo de aire fresco que precisaba, alguien que me transmitió la esperanza de que la vocación contable no está extinta. Hay valores que debemos rescatar de los contadores de antaño. Saber registrar no significa ser contador. Debemos ser un constante apoyo de inteligencia financiera/impositiva para nuestros clientes, manteniendo nuestra integridad como personas. Y como líderes en nuestro campo debemos transmitir esas ganas y conocimientos a los nuevos profesionales que están empezando.
Suerte que Vicente lo hizo conmigo sin querer…
DIEGO TOMASINO.
2 Comentarios
Me recordó a Vicente recolector de impuestos de un municipio, donde los contribuyentes acudián a pagar una cuota fija de su contribuciones o boletas de impuestos que recaudaba la Entidad federativa para la Federación y le toco vivir la transición los cambios fiscales a los regímenes simplificados, REPECOS, etc., después de su jubilación transitaba por su maletín cuadrado con llave o un pequeño candado, donde llevaba la determinación de impuestos de los contribuyentes que visitaba con una serie de etiquetas autoadherible que pegaba en una hoja color rosada la que era presentada en el banco para cumplir con la obligación. Claro que para poder llegar a la determinación de la obligación contributiva tubo que aprender a determinar el impuesto con los cuadernillos que en su momento presentaba la secretaria de hacienda y revistas fiscales de circulación nacional.
Gracias RICARDO por el aporte, saludos.