Un hombre de mediana edad, cuyo pelo empezaba ya a mostrar bastantes canas, decidió que ya era hora de casarse. Tenía este hombre una gran fortuna, y todos lo sabían en aquella pequeña aldea. Así que interesadas no le faltaron en cuanto se corrió la voz de que buscaba mujer para compartir sus bienes.
Sin embargo, el hombre de mediana edad solo veía interés en todas ellas, y rechazaba una y otra a diario. Hasta que conoció a dos mujeres, dos viudas, que parecían, a simple vista, que su fin no era otro que ofrecer cariño.
Una de estas mujeres era muy joven. Fresca y lozana y muy dulce en el trato. La otra, mucho más mayor, era casi anciana, pero había aprendido a reparar muy bien las ‘taras’ que dejan los años, y lucía radiante igualmente.
Las dos se pasaban el día adulando al buen hombre y ofreciendo cariño. Pero cuando la mujer más joven estaba con él, y acariciaba su pelo, iba arrancando una a una las canas, para que él pareciera más joven. Sin embargo, cuando estaba con la mujer más mayor, le arrancaba sus pelos más oscuros, para que se pareciera más a ella, que ya tenía el pelo blanco.
Y entre una y otra, al final le dejaron calvo. Fue entonces cuando se dio cuenta del error que estaba a punto de cometer, y sin más, anunció a las dos que no se casaría con ninguna.
Moraleja: «No te fíes de las apariencias, ni dejes que otros quieran gobernarte»
(‘El hombre entre dos edades’ – La Fontaine)
El que bien te quiere, no querrá cambiarte: Llama la atención en esta historia del hombre entre dos edades, que ambas mujeres, que parecen tan buenas y agradables, en realidad quieren transformar al hombre para que se parezca un poco más a ellas. Esto es en sí un síntoma terrible de narcisismo y vanidad.
¿Por qué quieren que el hombre sea como ellas? La joven intenta que el hombre parezca más joven y la mayor, que parezca anciano. En realidad, no se han enamorado de él tal y como es, así que su amor envuelve una gran mentira. El que ama de verdad no quiere cambiar a la otra persona: la quiere tal y como es.
Las mentiras disfrazadas: Las dos viudas aparentaban ser mujeres que adoraban al hombre de mediana edad. Eran dulces y atentas, pero bajo esa apariencia se escondían en realidad dos mujeres interesadas que intentaban llevar la voz de mando y hacer del hombre lo que ellas querían, robándole de esta forma su libertad y hasta su identidad. El hombre se dio cuenta a tiempo porque al final los instintos terminan delatando las intenciones ocultas y las mujeres, sin saberlo, hicieron bien visibles cuáles eran, al arrancarle el pelo poco a poco.
«Nuestros instintos terminan delatando las intenciones ocultas»
Esos instintos traicioneros: Al final, por mucho que las viudas intentaban ocultar sus verdaderas intenciones (las de mandar sobre el hombre y dominar así sus riquezas), la verdad terminó saliendo a la luz gracias a los instintos más bajos que tenemos. En este caso, el narcisismo de las mujeres, que querían un hombre a imagen y semejanza suya, hizo que la verdad saliera a la luz.