Había una vez un rey que cuidaba y trataba con cariño a dos donceles que quedaron a su servicio. Pero uno de ellos era terriblemente celoso.
Un día, uno de los donceles le dijo:
– Majestad, ¿me da permiso para matar una pulga que acabo de ver en la capa?
– Por supuesto- dijo el rey.
El doncel mató a la pulga y el rey le recompensó con cien monedas de oro.
El otro doncel, muerto de celos, se adelantó entonces y le dijo:
– Majestad, ¿me permite matar un piojo que acabo de ver en su ropaje?
Pero el rey, al darse cuenta de lo que ocurría, le dijo:
– ¡No mientas! En mi ropaje no hay piojos.
Enfadado, mandó castigar al doncel celoso.
Moraleja: «Los celos llevan a mentir y a ofrecer un interesado servicio que solo busca un beneficio que no suele llegar».
(‘Los donceles, la pulga y el piojo’ – Raimundo Lulio)
Pues sí, los celos hacen que uno se mueva por interés y acabe haciendo todo lo necesario para conseguir un fin determinado. Aquí tienes algunas reflexiones sobre esta historia corta de Raimundo Lulio, juglar de origen mallorquín del rey Jaime de Aragón (siglo XIII):
Los celos nos llevan a hacer cualquier cosa con tal de conseguir nuestro deseo: En esta historia corta del juglar mallorquín, se exponen dos temas interesantes. Uno de ellos son los celos y el otro la mentira a la que llevan los celos. El doncel que vio con ojos codiciosos cómo a su compañero le recompensaban por librar al rey de una pulga, decidió que él también podría conseguir la misma recompensa si inventaba algo similar.
La codicia que ciega: El doncel envidioso además de celos sintió otra emoción negativa que nos transforma por completo. Es el sentimiento de codicia. Quería para sí esas mismas monedas de oro que recibió su compañero, y buscó la forma interesada de conseguirlo.
La astucia del rey: Las mentiras no suelen funcionar ante una persona ingeniosa y con un sexto sentido para ver más allá de los actos. Todos sabemos que algunos actos serviciales y aparentemente bondadosos, esconden un interés oscuro. En esta ocasión, el rey se dio cuenta enseguida del interés del doncel por la recompensa, ya que de haber tenido piojos, lo hubiera sabido. Se pilla antes a un mentiroso que a un cojo, dicen.
«Algunos actos serviciales y aparentemente bondadosos, esconden un interés oscuro.»
— Reflexiones sobre ‘Los donceles, la pulga y el piojo’)