1.La necesidad de encontrar el equilibrio entre la vida personal y laboral.
Un colaborador que es capaz de conciliar su vida familiar con la laboral es un trabajador contento, y por lo tanto rendirá mucho mejor en su puesto. Por lo tanto, quien quiera ser rentable en su empresa deberá ser capaz de desarrollar su labor profesional sin que ello perjudique su vida familiar.
2. El trabajo en equipo.
Un buen colaborador debe ser capaz de llevarse bien con sus compañeros y trabajar bien en equipo. Las relaciones laborales no tienen por qué desembocar en amistad, pero sí deben ser cordiales y respetuosas, de lo contrario el desempeño de la profesión se haría insostenible. Por otra parte, ha de ser solidario con sus compañeros. Ello repercutirá en un mejor ambiente de trabajo, lo que sin duda beneficiará a la empresa.
3. Iniciativa propia y responsabilidad.
Estos dos rasgos caracterizan a un buen colaborador, que no espera a que sus superiores le encarguen temas o proyectos, es él mismo quien los propone. Es, a su vez, una persona organizada y responsable a la que no hace falta que le recuerden sus responsabilidades, ya que sabe en todo momento en qué estado están tus proyectos.
4 Interés por ampliar sus conocimientos.
Querer seguir aprendiendo y formándose es una actitud positiva ante la vida y ante el trabajo que también caracteriza a un buen trabajador. En este sentido, debe aprovechar todas las oportunidades que le brinde su empresa o tomar riendas en el asunto y continuar con su formación por cuenta propia apuntándose a cursillos, comprando libros, etc.
5 El compromiso con la empresa.
Hace falta estar comprometido con la empresa en la que se trabaja para ser un buen colaborador y estar considerado como tal por los superiores. Este compromiso pasa por considerar que el fin último de la actividad laboral no es sólo cobrar un sueldo a finales de mes, sino también contribuir al correcto devenir de la compañía.
6 Cumplir con la función encomendada.
Se trata de una las labores más básicas y al mismo tiempo más importantes de todo buen colaborador: hacer su trabajo, y no basta con hacerlo sin más, hay que hacerlo bien. De nada sirve ser el más emprendedor de todos o el mejor compañero de la oficina si luego se deja el trabajo sin hacer. Cumplir con la tarea encomendada debe ser el primero objetivo de todo buen asalariado.
7. No entrar en el juego del poder.
Orientar la actividad laboral únicamente a ascender posiciones dentro de la empresa es un error. El buen colaborador debe desempeñar su función porque es su responsabilidad, con la motivación de hacer un buen trabajo que contribuya al buen progreso de su compañía. Ésto no significa que un empleado no pueda tener la ambición de ser ascendido algún día, pero lo que no hay que hacer es trabajar únicamente para ello.
8. Ser uno mismo.
No hay por qué obedecer ciegamente las órdenes que viene desde arriba. Si no se está de acuerdo con algo se puede decir, no hay por qué callárselo. No se trata de plantar cara a los superiores, sino de perder el miedo a decir lo que se piensa, que, por otra parte, si se dice de una forma correcta y educada, puede incluso servir para desarrollar nuevos proyectos.