Deseas introducirte en el mundo de los vinos este podría ser una buena opción…

por chamlaty

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   Dado que nuestro paladar es sumamente afecto al dulce, en México la mayoría de quienes empezamos a interesarnos en el vino buscamos primero uno que nos sepa dulcecito.

Y es que siendo nuestro país el nada halagador segundo lugar en consumo de refrescos de cola a nivel mundial, no es raro que esto suceda. Hasta podría decir que es lo más normal. Es por esto que muchos quienes en su primera vez probaron un vino seco —el típico cabernet sauvignon—, decidieron que el vino no les gustaba y generalizaron su opinión a todos los vinos del mundo. Mal inicio.

Pero ¿qué sucede cuando a esas mismas personas les das a probar un poco de vino Lambrusco? Me refiero a ese típico vino dulzón italiano, que se acostumbra tomar frío, tiene burbujas, es barato y se puede conseguir en cualquier tienda de supermercado.

La cara con expresión de desconfianza con que dieron el primer trago cambia a una sonrisa expresada con ojos y boca, seguida invariablemente de un “Mmm, ¡qué rico está este vino!”. Lo siguiente es que te pregunten cómo se llama el vino y dónde lo compraste, porque lo querrán adquirir la próxima vez que vayan a hacer la despensa. Misión cumplida, hemos vinangelizado a alguien más. Claro, fue con Lambrusco, pero algo es algo.

No creo ser el único que haya hecho lo anterior cuando algún conocido te pide que le recomiendes un vino, y a la pregunta de “¿Qué acostumbras beber?” te contestan que cerveza, bebidas preparadas o refresco. ¡Toing! Como un resorte salta la sugerencia: “Lambrusco”.

Digo, yo mismo empecé a aficionarme gracias a un vino rosado tipo Lambrusco que me gustó bastante y que a la distancia veo más como un refresco de uva que como un vino en forma. Lo importante es empezar, ¿no?

Pues sí, pero si realmente quiere uno seguir avanzando, adquiriendo más experiencia y mayor disfrute de la natural unión entre el vino y la comida, es necesario no quedarse estancado. Créanme, hay vida después del Lambrusco. Y mucha. Y es maravillosa.

Los invito a dejar la zona de confort de su apreciado vino dulzón al que están amarrados, para que empiecen a navegar entre tantos tipos de vinos que están ahí, listos para ser descubiertos. No tengan miedo.

Por supuesto, no les recomiendo dar el brinco hacia un Gran Reserva de Rioja o un potente cabernet sauvignon, pues el cambio sería demasiado brusco. Yo recomendaría empezar con un vino poco tánico, de cuerpo ligero y que no haya pasado por barrica, como un Beaujolais (se pronuncia ‘buyolé‘), al que puedes acompañar con una pizza, por ejemplo, pues la acidez de este vino  tinto francés va bien con el tomate.

Por cierto, a diferencia del Lambrusco, que se sirve a temperatura de entre 8° y 10° C, el Beaujolais se debe servir menos frío, entre 11° y 13° C, para disfrutarlo mejor.

Anda, atrévete, haz la prueba, no te arrepentirás. Y prepárate, porque después de romper la barrera del Lambrusco, ¡hay muchísimo qué aprender!

www.elmundoderafaibarra.com

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