Hace cientos y cientos de años, un terrible monstruo atemorizaba a los habitantes de los poblados costeros de China. El monstruo, al que pusieron de nombre Nian, vivía en las profundidades del mar, allá en donde no llega la luz. Sin embargo, días antes del año nuevo chino, salía a la superficie a buscar comida, y era capaz de arrastrarse también por la tierra con gran destreza.
Cuando Nian salía a la superficie, comenzaba a destrozar todo lo que encontraba a su paso, y se enfurecía más y más, al comprobar que las tierras aún no habían dado frutos. Por eso, también se adentraba en la ciudad y en las casas en busca de comida.
Los habitantes de estas ciudades, huían aterrados hacia la montaña. Y así, cada año, antes de que llegara Nian, recogían todas sus cosas y se iban a las montañas para refugiarse y esperar a que el monstruo se fuera.
Los que habían visto a Nian le describían como una enorme serpiente con cabeza similar a la de un dragón y pequeños cuernos a los lados. Sin embargo, no era un dragón, sino un monstruo marino.
Un año llegó hasta una de esas poblaciones costeras un anciano de larga barba blanca. Su mirada era serena y buscaba refugio para descansar de un largo viaje. Pero llegó justo durante los días previos a la llegada de Nian, y los habitantes de ese lugar no hacían más que correr de un lado a otro preparando la huída.
– ¿Pero qué sucede? ¿Qué os ocurre?- preguntaba intrigado el anciano.
Y ninguno parecía tener tiempo suficiente para contestar. Recogían con rapidez alimentos y ropa y se iban a toda velocidad de allí, hacia las montañas. Hasta que una mujer se apiadó del anciano y le contestó:
– Venga con nosotros. Vamos a las montañas, porque está a punto de llegar Nian. Corra, dese prisa.
– ¿Nian? ¿Quién es?
– Es un monstruo que viene a por todas nuestras cosas. Destroza las viviendas y quiere devorarnos.
El anciano, sorprendido ante esa historia, hizo caso a la mujer y subió con todos ellos la montaña. Ya allí, les dijo:
– Vuestro miedo hacia ese animal hace que se enfurezca aún más. Vuestro miedo enciende su ira. La solución es enfrentarse a él y demostrarle que no le teméis.
Los habitantes de aquel lugar se echaron las manos a la cabeza. ¿Enfrentarse a Nian? ¡Ese hombre estaba loco! ¡No había visto la fuerza que tiene! Pero sus palabras eran las palabras de un sabio, y su tranquilidad les inspiró confianza, así que le dejaron hablar y él les explicó cuál era su idea.
El anciano tenía un plan, y tenían que ejecutarlo con rapidez. Todos regresaron a sus viviendas e hicieron lo que el hombre les había dicho: forraron las ventanas con papel brillante rojo, prepararon cientos de farolillos de este mismo color, sacaron todos los petardos y pólvora que tenían y dieron a los niños objetos de metal para que pudieran hacer ruido con ellos.
Otras personas esperaban en distintos puntos de la ciudad para encender a la señal unas enormes hogueras. Y por último, todos se encerraron en sus casas, agazapados, esperando el momento en el que llegara el monstruo para actuar.
Nian acudió como de costumbre, enfurecido. Comenzó a destrozar los campos que encontraba a su paso, pero al llegar a las viviendas, ocurrió algo que no esperaba: a la señal del sabio anciano, todos salieron de las casas, con antorchas y farolillos rojos. Las personas que esperaban junto a las hogueras, prendieron fuego, y encendieron las luces de las viviendas, haciendo que las ventanas forradas de rojo parecieran fuego.
Por si eso fuera poco para asustar al terrible Nian, los niños salieron haciendo un insoportable ruido con los objetos metálicos, y haciendo estallar cientos de petardos. Por último, sacaron dragones de tela y papel, haciéndolos mover con el viento, para que parecieran de verdad.
El monstruo se retiró asustado, entró en el mar y nunca más se le vio por allí. Y desde entonces, los chinos, celebran cada año nuevo recordando lo que sucedió aquel día con el monstruoso Nian: sacan un dragón y le acompañan con farolillos rojos por las calles.
El año nuevo chino se celebra en fechas diferentes al occidental. Suele ser a finales de enero o principios de febrero. Sus celebraciones son muy características porque se basan en una fiesta en donde el color rojo predomina sobre ningún otro. Las viviendas se decoran con este color y en las calles se organizan desfiles precedidos por el dragón chino, que según esta leyenda, simboliza el triunfo de los hombres sobre el monstruo Nian.
El triunfo del hombre gracias al ingenio: En la leyenda del año nuevo chino, no es la fuerza la que derrota al monstruo marino Nian, sino un ingenioso plan para asustarle mediante el fuego y el ruido. El hombre, que en un principio sentía miedo hacia esa bestia, consigue con ingenio darle la vuelta y que sea la bestia la que tema al hombre.
El hombre vence sus miedos enfrentándose a él: No sirve de nada huir del miedo. Cada vez será mayor y la pesadilla aumentará. La única forma de liberarnos del miedo es dominarlo, hacerle frente y mostrar poder frente a él. Así lo hemos visto en esta leyenda del año nuevo chino. La respuesta del pueblo que temía a Nian es un ejemplo fantástico de cómo se superan los miedos.
«El miedo descontrolado es capaz de bloquearnos y dominar nuestros sentidos»
Escuchemos a la voz de la sabiduría: Cuando el miedo nos atenaza, no somos capaces de pensar. El miedo nos bloquea. Pero si una persona que no siente ese mismo miedo es capaz de darnos desde la razón una posible solución, lo más sensato es escucharla, en lugar de dejarnos llevar por la emoción del miedo y taparnos los oídos.