El árbol que no sabía quién era.

por chamlaty


Había una vez un jardín muy hermoso, repleto de árboles de todo tipo. Casi todos eran frutales: había frondosos manzanos con deliciosos frutos rojos, melocotoneros con dulces melocotones sonrosados, esbeltos perales repletos de peras y hasta naranjos y mandarinos de brillantes hojas con sus brillantes y coloridos frutos.

Todos los árboles eran felices, porque crecían fuertes y sanos y daban una gran cantidad de frutos. Bueno, todos, menos uno. Entre todos los frutales, había un árbol de tronco ancho y ramas muy frondosas que no daba ningún fruto. Era un árbol robusto en cuyas ramas los pájaros construían sus nidos o paraban a descansar a mitad de viaje.

Este árbol sin embargo estaba muy triste, porque veía a todos sus compañeros presumir de sus frutos y él, sin embargo, no sabía por qué no era capaz de dar ninguno.

El resto de árboles intentaban ayudarle. Un día, el manzano le dijo:

– Amigo, tal vez solo necesites concentrarte. Piensa que eres un manzano como yo, a ver si así consigues dar frutos.

Pero el árbol, a pesar de sus esfuerzos, no consiguió dar manzanas. El mandarino le dijo entonces:

– Prueba con las mandarinas, que son más pequeñas. Igual es porque las manzanas son demasiado grandes.

Pero a pesar de todas sus esfuerzos, el árbol no consiguió dar mandarinas.

El pobre árbol intentó de todo: dar peras, melocotones… pero no podía.

Un día, un búho se posó en sus ramas y, como era un pájaro muy sabio, se dio cuenta del dolor del árbol y le dijo:

– Dime, árbol, ¿por qué estás tan triste?

– Oh, es porque no consigo dar frutos. Todos los demás son árboles llenos de color y yo, mírame… no doy absolutamente nada. ¿De qué sirvo entonces?

– Yo creo- dijo el búho- que en realidad estás triste porque te pasas la vida intentando ser quien no eres.

– ¿Quien no soy?

– Sí… tal vez solo tengas que escuchar tu voz interior.

– ¿Mi voz interior?

– Todos tenemos una voz interior que nos habla, pero a veces estamos tan ocupados escuchando la voz de los demás, que no somos capaces de escucharla.

El búho se alejó volando recordando al árbol su consejo:

– Escucha tu voz interior…

El árbol se quedó pensativo y decidió guardar silencio y dejar de escuchar a los otros árboles. Entonces, consiguió oír un pensamiento que nacía de su interior:

– ¿Cómo quieres dar manzanas si no eres un manzano? ¿Y cómo quieres dar mandarinas si no eres un mandarino? Tú eres un roble, amigo, un inmenso y bello roble. Uno de los árboles más admirado por los hombres. Eres capaz de dar sombra cuando ellos lo necesitan, en los días de más calor, y eres refugio de las aves, un hogar para muchas de ellas. Deberías sentirte orgulloso porque muchos otros árboles darían cualquier cosa por tener tu fortaleza.

El árbol de pronto se sintió mucho mejor. Al fin sabía quién era y cuál era su misión. Y por supuesto, nunca más intentó dar ninguna fruta.

Moraleja: «A veces nos sentimos desgraciados por intentar ser quien no somos. Trata de conocerte a ti mismo y esfuérzate en ser quien eres, en lugar de intentar ser quien no eres».

(‘El árbol que no sabía quién era’ – Fábula oriental)

Cuesta conocernos a nosotros mismos, pero una vez que lo logramos, al fin podemos ser felices:

La felicidad es la consecución el conocimiento y la aceptación personal: Si te das cuenta, de entre todos los árboles del jardín, el único que estaba triste, que era infeliz, era aquel que no sabía quién era. El roble, que no sabía que era un roble, intentaba por todos los medios ser un árbol que no era y no lo conseguía. Por eso no podía ser feliz. Hasta el momento en el que descubrió quién era, y su vida cambió por completo. Entonces sí pudo concentrarse en sí mismo y en proyectar todos sus dones hacia los demás.

No hagas caso de lo que otros te digan y escucha tu voz interior: Efectivamente, escucharemos muchos consejos a lo largo de nuestra vida. No se trata de no escucharlos, sino de contrastarlos con lo que nos dice nuestra voz interior, nuestros pensamientos y nuestros sentimientos. Si te conoces, conseguirás decidir qué camino seguir sin necesidad de que otros te digan por dónde debes ir. Solo guiándote por lo que diga tu yo interior.

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