Dormía un muchacho muy joven en la orilla de un pozo. La Fortuna, que andaba cerca, se enfadó y le despertó diciendo:
– ¡Despierta, muchacho! ¿Es que no ves que puedes caerte?
– ¿Y qué hice mal?- preguntó algo aturdido el joven.
– Dormido no podrás enterarte si tu cuerpo se mueve y bastará un pequeño movimiento para que caigas al pozo. Después me echarás a mí la culpa de algo que yo no pude evitar…
El joven, avergonzado, le dio las gracias por la advertencia y se alejó cabizbajo de allí.
Moraleja: «No eches la culpa a la fortuna de tu imprudencia. No es cuestión de mala suerte sino de tu escasa prevención»
(‘El muchacho y la fortuna’ – Samaniego)
¡La cantidad de veces que nos habremos quejado de la ‘mala suerte’ por algo que nos salió mal. Pero… ¿por qué no pensamos en buscar la culpa en nuestros propios actos?:
No es mala suerte, sino nuestras imprudencias: Cuando algo nos sale mal tendemos a buscar la causa en la suerte (o mejor dicho, en la mala suerte). Que si me caí de camino al colegio con un cordón desatado… que pisé sin querer un chicle… Bien, pues no es culpa de la mala suerte, sino de nuestra imprudencia o poca atención.
Si nos caímos por un cordón desatado, la culpa no es de la suerte, sino nuestra, al no haberlos atado bien; y si pisamos un chicle de camino al colegio, no es por mala suerte, sino por no habernos fijado bien en qué pisamos por el camino. La Fortuna (o suerte) está en su derecho en quejarse ante tanta injusticia. No es su culpa, sino nuestra.
La prudencia, nunca la olvides: El protagonista de esta genial fábula corta de Samaniego, El muchacho y la Fortuna, en el fondo tuvo suerte, la tuvo de su lado. Fue ella de hecho la que le salvó la vida. Si no le llega a despertar para para advertirle del peligro, tal vez no la ‘hubiera contado’.
¿Cuántas veces cometemos una imprudencia y nos ocurre algo que podíamos haber evitado? Cuidado, porque no siempre habrá alguien cerca para advertirnos del peligro y puede que el tropiezo sea pequeño… y puede también que sea definitivo. La prudencia es importantísima para mantenernos íntegros en la vida.