Había una vez una pequeña manzana que no quería ser manzana. Ella en realidad admiraba a las estrellas, y deseaba con todas sus fuerzas ser estrella. Se pasaba las noches contemplando el cielo y suspirando:
– ¿Por qué no podré ser como ellas?
Una mañana observó a unos pájaros volar hacia las nubes y les preguntó desde su pequeña rama:
– ¡Eh! ¡Pájaros! Decidme… ¿dónde duermen por el día las estrellas?
Los pájaros detuvieron el vuelo y contestaron:
– Las estrellas no duermen. Están llenas de luz y por la mañana no puedes verlas por culpa de la intensa luz del sol, que hace que parezcan invisibles. Pero están allí, y continúan brillando también por el día.
– Oh, vaya… – respondió la manzana.
Cada vez sentía más y más deseos de ser una estrella y tener esa luz tan intensa día y noche.
Al día siguiente, se levantó un poco de viento, y la manzana preguntó:
– Dime, viento, ¿las estrellas están allá arriba fijas o se mueven?
– Las estrellas están en continuo movimiento- respondió el viento- ¡Son muy rápidas!
– ¡Qué maravilla!- pensó la manzana, que se dio cuenta de que ella en cambio estaba bien sujeta a una rama del árbol – ¡Cómo me gustaría ser estrella!
Y el tiempo pasó, y la manzana iba madurando y creciendo, pero cada día que pasaba, seguía igual de triste, pensando en lo maravilloso que sería ser estrella y no manzana.
Y un caluroso día de verano, una familia que había salido de excursión al campo, decidió parar a comer bajo la sombra del manzano, que estaba repleto de frutos maduros. Como no habían llevado postre, sacudieron el árbol y cayeron las manzanas más maduras. La niña recogió la más hermosa.
– Papá, déjame el cuchillo- dijo entusiasmada.
Entonces, cortó la manzana en horizontal justo por la mitad… ¿y qué encontró?
– ¡Papá, mamá!- gritó la niña alborotada- ¡Mirad lo que he descubierto dentro de la manzana! ¡Una linda estrella!
Todos admiraron la bella forma de estrella que la manzana tenía como corazón. Y ella que quería ser estrella, la llevaba dentro y había sido incapaz de darse cuenta.
La cantidad de veces que deseamos lo que tienen otros sin atender nuestros valores y virtudes.
¿Cuántas veces no habían ellos deseado ser estrellas sin darse cuenta de la estrella tan hermosa que tenían dentro?
Busca tus virtudes: Tú también tienes una estrella dentro: ¿cuántas veces no hacemos más que fijarnos en lo que los demás valen sin pararnos a analizar lo que nosotros valemos? No se trata de sentir de pronto un terrible egocentrismo y adularnos constantemente. Simplemente de valorarnos. Tal vez seamos manzanas, pero tenemos muchísimas virtudes que a veces mantenemos ocultas.
Solo mostrándonos a los demás conseguiremos que se vea nuestra ‘estrella’: Igual que la manzana, todos tenemos una estrella dentro, pero solo se verá si la mostramos al mundo, si no nos replegamos en nosotros mismos e intentamos ‘tapar’ nuestras virtudes por miedo, pudor, o porque no estamos conformes con quiénes somos o con cómo somos.
«Todos tenemos una ‘estrella’ dentro. Todos tenemos una gran virtud.»
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No busques la felicidad fuera: Todos deseamos el dinero de otros, la belleza de otros, la suerte de otros… pensamos que los demás son más felices y buscamos fuera esa misma felicidad. Sin embargo, la felicidad no se encuentra fuera, sino dentro de nosotros. Solo tenemos que mirar en nuestro interior y sobre todo, querernos y aceptarnos como somos y con lo que tenemos.
Sal de la rutina: ¿Sabes cómo consiguió ver la niña el corazón estrellado de la manzana? Cambiando la forma de cortarla. Normalmente cortamos las manzanas en vertical. Siempre igual. Pero al hacerlo de otra forma, la pequeña descubrió algo que nunca antes había visto. ¿Y si salimos de la rutina y de vez en cuando cambiamos la forma de hacer y de ver las cosas? Te sorprenderá la cantidad de cosas que puedes descubrir.