La paradoja de Abilene: por qué hacemos cosas qué no queremos.

por chamlaty


Durante una calurosa mañana de verano, en Coleman (Texas), una familia compuesta por un matrimonio y los suegros, están jugando al dominó tranquilamente junto al porche. Beben limonada y no hacen más que dejar pasar el tiempo de forma perezosa.

Su casa se encuentra a unos 53 kilómetros de Abilene. Entonces, al suegro se le ocurre algo:

– Podríamos hacer algo más interesante. Por ejemplo, ir hasta Abilene y comer en la cafetería del pueblo…

Todos le miran un tanto sorprendidos. El yerno, aunque piensa que es una locura, cree que debe quedar bien con su suegro:

– Claro, sí, ¿por qué no?

Entonces su mujer, por no llevar la contraria, añade:

– Buena idea, cariño…

Y por supuesto, la madre, al ver que todos quieren ir, decide no ser la nota discordante para no romper la armonía del grupo:

– ¡Iremos!

Así que toda la familia se sube al coche, que no tiene aire acondicionado, y conduce hasta Abilene a pesar del agobiante calor.

Recorren largos y polvorientos caminos y llegan acalorados al pueblo. Comen un menú mediocre en la cafetería y regresan a Coleman por los mismos largos y polvorientos caminos.

Al llegar, todos se retiraron extenuados y acalorados, sin decir nada, pensando en por qué habían hecho ese ridículo viaje que no querían hacer.

 

REFLEXIONA.

Está claro que según este relato de la Paradoja de Abilene, ninguno quería hacer ese viaje, y sin embargo, todo se precipitó por dos culpables:

1. La falta de comunicación.

2. Esa idea intrínseca que todos parecemos llevar dentro de no querer defraudar al resto en un grupo.

Estas son las conclusiones que podemos sacar de esta paradoja de Abilene, fruto de una observación de un administrativo llamado Jerry B. Harvey:

Por qué nos dejamos llevar: Cuando formamos parte de un grupo, todos queremos agradar a los demás y evitar enfrentamientos. No queremos salir del grupo y evitamos a toda costa llevar la contraria al resto. Por eso a menudo hacemos cosas con las que no estamos de acuerdo. A veces por no llevar la contraria y otras por el ‘qué dirán si me manifiesto en contra’. Unos por otros, al final todos terminan arrastrándose y haciendo algo que ninguno quería hacer. Parece estúpido, pero sucede más veces de las que imaginamos.

Con este relato corto, La paradoja de Abilene, también podemos reflexionar sobre todos estos temas:

El querer agradar al resto hace que mintamos: Parece duro así dicho, pero efectivamente, a veces mentimos con la única intención de intentar agradar al resto. De hecho, el suegro, que sugiere la idea del viaje, después confiesa que no le apetecía salir de allí, pero que solo intentaba agradar a los demás. El yerno también dijo que no quería ir, pero que mintió por no defraudar a su suegro y las mujeres más de lo mismo, que decidieron hacer como que les parecía una gran idea por intentar agradar al resto del grupo. Al final todos mintieron y tuvieron que soportar una mala experiencia por culpa de su falta de personalidad a la hora de decir la verdad y expresar de forma sincera sus opiniones.

«Un grupo debe aprender a ser tolerante, a buscar soluciones y a aceptar la crítica de alguno de sus miembros.»

La necesidad de la postura crítica: Esta paradoja de Abilene se comenta en muchas empresas para evitar que los grupos de trabajo terminen ‘conduciendo de forma estúpida a Abilene’. Se necesita una postura crítica, aunque sea dura y cree enfrentamientos o deteriore un tanto la relación. Un grupo debe aprender a ser tolerante, a buscar soluciones y a aceptar la crítica de alguno de sus miembros. Debe ser capaz de escuchar y valorar la crítica y hacer todo lo posible porque esta crítica no repercuta en la relación entre todos sus miembros. Es decir, debe ser asertivo, y no complaciente y acomodado.

 

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