Verdadero y falso.

por chamlaty


Una mujer viuda tenía dos hijos: Verdadero y Falso. Mientras que el primero era bueno, generoso y lleno de virtudes, el segundo, Falso, era malvado, egoísta y muy celoso.

Los niños crecieron, y la mujer, que era muy pobre, les dijo:

– Hijos míos, ya sois mayores y deberíais buscaros un trabajo y un lugar donde vivir, pues no tengo ya nada para manteneros.

La mujer preparó un hatillo para cada uno de ellos con alimentos y los jóvenes partieron con cierta tristeza de su casa. Caminaron durante todo el día y ya por la noche, pararon para comer algo. Pero entonces, Falso dijo:

– Tengo una idea, hermano. Comamos primero los dos de tus alimentos hasta que estos se terminen. Y después podremos comer de los míos.

Y a Verdadero, que era muy generoso y amable, le pareció bien.

– ¡Fantástico!

Y diciendo esto, Falso comenzó a comer los mejores trozos de comida del hatillo de su hermano, mientras que a Verdadero le dejaba las sobras. Pero él se conformó y no dijo nada.

Hicieron lo mismo en el desayuno y en la comida del día siguiente. Y cuando volvió la noche, ya no quedaba nada en el hatillo de Verdadero.

– Hermano- le dijo entonces a Falso- Ahora nos toca comer de tus alimentos…

– ¿Estás loco?- respondió con dureza su hermano– Si tú quisiste compartir tu comida, es tu problema. Pero esto es mío y me lo comeré yo solo.

– Pero tengo hambre…

– Prefiero que te mueras de hambre a que me quites ni un pedacito de pan.

– Ya veo… eres Falso por nombre y por naturaleza. Siempre lo has sido y siempre lo serás…

Entonces, su hermano se enfadó mucho al escuchar esto y en un arrebato de furia, le arrancó los ojos.

– ¡Dime ahora si puedes reconocer lo falso de lo verdadero!- le gritó enfurecido mientras se alejaba.

Y allí se quedó Verdadero, ciego y solo. Y como era de noche, decidió escalar a un tilo que consiguió palpar con las manos.

– Me quedaré aquí arriba hasta que amanezca- se dijo- En cuanto escuche el sonido de los pájaros, sabré que es de día.

Pero entonces, escuchó ruido bajo el árbol: un oso, un lobo, un zorro y una liebre se saludaron muy animados y se sentaron junto al tronco.

Verdadero entonces escuchó lo que decían:

– Me encanta que nos reunamos cada noche de San Juan para contarnos secretos. ¡Estoy todo el año esperando este momento!- dijo eufórico el Oso.

– Ya lo creo- continuó el Zorro- Venga, ¿quién empieza?

– Yo mismo- dijo el Oso– Veréis.. os contaré un secreto… resulta que el rey de Inglaterra ¡casi no ve! Tiene muy mala visión, pero intenta ocultarlo. Si él supiera que este tilo donde nos reunimos es milagroso… ¡Cura cualquier problema en la vista! Si te frotas los ojos con el primer rocío de la mañana, recuperarás la visión. Si el rey lo supiera…

– ¡Oh!- respondió sorprendido el Zorro- ¡Qué buen secreto! Yo tengo otro… Resulta que el rey de Inglaterra tiene una hija que es sorda y muda. Pero lo que no sabe es que lo es porque un día de pequeña se estaba comiendo una miga de pan cuando un sapo saltó a su mano y se hizo con una miga.

El animal se atragantó y aún tiene la miga de pan atravesada en el gaznate. Si alguien supiera que el sapo se encuentra enterrado bajo el altar de la capilla y le quitara la miga de pan… la princesa recuperaría la voz y podría oír bien.

– ¡Fascinante!- dijo sorprendido el Lobo– A ver qué os parece este chisme… Resulta que el huerto del rey no da nada porque tiene tres cadenas de oro enredadas bajo el suelo. Si cavara y las desenredara, tendría los mejores alimentos del lugar.

– Muy bien, Lobo, ese ha sido muy bueno- dijo entonces la Liebre- A ver el mío: resulta que el rey de Inglaterra siempre se está quejando porque el agua que tienes sabe mal… y llega marrón y con barro. ¡Si él supiera que bajo la gran piedra que tiene en el patio del castillo hay un manantial de aguas cristalinas…

– ¡Ja, ja, ja!- rieron todos los animales- ¡Tiene el mejor agua a su lado y ni lo sabe!

Los animales, una vez que terminaron de contarse secretos, se despidieron.

– ¡Hasta el año que viene, amigos!- se dijeron.

Verdadero entonces esperó a que naciera el primer rocío sobre las hojas del tilo y se frotó con él los ojos. Al instante los recuperó, tal y como había dicho el Oso. Entonces se dirigió al castillo del rey y pidió trabajo como sirviente.

Ya allí, un día muy caluroso, el rey pidió agua.

– ¡Puag! ¿Cómo puede ser que sepa tan mal el agua de mi castillo! ¡Si hice construir las mejores tuberías!- protestó el monarca.

– Alteza- dijo Verdadero- Deje que cave con unos hombres bajo la piedra gigante que tiene en el patio… Debajo creo que hay un manantial de aguas claras.

Como el rey no tenía nada que perder, dejó que lo hiciera. Y efectivamente, la Liebre tenía razón, y al instante apareció un chorro de agua deliciosa y pura.

El rey estaba tan contento, que nombró a Verdadero su criado personal. Iba con él a todas partes. Y un día que el rey intentaba cazar con sus flechas, dijo:

– ¡Es imposible que le de a nada con esta mala vista! ¡Como siga así, me quedaré ciego!

– Señor- dijo entonces el joven- Conozco la forma de curarle. Yo mismo comprobé que era cierto. Acompáñeme hasta un tilo y esperaremos juntos durante la noche a que amanezca para que pueda utilizar el primer rocío de la mañana.

El rey, deseoso como estaba de recuperar la vista, se dirigió con él hacia el árbol. Y, efectivamente, el Oso tenía razón, y el rey recuperó su vista.

Estaba tan contento, que triplicó el sueldo del joven criado, al que nombró consejero real. Otro día, el monarca se encontraba observando su huerto, muy preocupado:

– ¿Cómo es posible que mi tierra no dé nunca ni una triste pieza de fruta? ¡Con todos los cuidados que le doy!

– Alteza- dijo Verdadero- Si deja que cave junto a unos hombres, desenredaré unas cadenas de oro que tiene la huerta bajo el suelo…

– Claro, claro… te doy permiso para hacerlo- respondió extrañado el rey.

Y el joven localizó las cadenas y las desenredó. Al cabo de unos meses, la tierra del monarca comenzó a dar los mejores frutos del reino.

El rey estaba tan contento, que le dijo a Verdadero:

– Si mi hija pudiera hablar y oír, sería fantástica para ti… he visto que los dos os dirigis miradas y sé lo que significa…

– Señor- dijo entonces el joven- Sé cómo curar a su hija. Y sí, me encantaría casarme con ella, más allá de si habla o no y si escucha o no…

– Desde luego, eres digno de heredar mi trono- le dijo emocionado el rey.

Entonces, Verdadero cavó bajo el altar de la capilla del castillo y localizó al sapo que, efectivamente, tenía una miga atravesada en la garganta. La sacó con cuidado y al instante, la princesa recuperó la voz y el oído.

El monarca, lleno de felicidad, organizó la boda y justo durante la celebración del banquete, alguien llamó a la puerta del castillo. Abrió Verdadero.

Allí, algo aturdido, vestido con harapos y muy sucio y delgado, estaba Falso, que ahora era un mendigo.

– Por favor, pido algo para comer- dijo con voz temblorosa.

– ¿No me reconoces?- preguntó entonces Verdadero.

– ¿Cómo iba yo a conocer a un noble?- respondió Falso.

– Soy tu hermano… ¡Verdadero! Y tú eres Falso, de nombre y de naturaleza. Pero eres mi hermano y ya te perdoné. Es más, te daré un consejo: yo conseguí todo esto gracias a lo que escuché subido a un tilo hace ahora casi un año. Era, como hoy, la noche de San Juan, y un grupo de animales contó una serie de secretos que me cambiaron la vida. Ve tú hoy y presta atención a lo que digan.

Falso, muerto de celos, se fue corriendo hasta el tilo indicado y se subió a la copa. En efecto, a la noche llegaron el Oso, el Zorro, el Lobo y la Liebre.

– Bien, amigos… ¡una noche más de San Juan que celebrar!- dijo el Oso.

– ¡Sí!- respondieron todos.

– Pero… resulta que el año pasado alguien se debió ir de la lengua con nuestros secretos, así que he pensado que este año, mejor será que callemos sobre lo que sabemos.

Y los demás animales asintieron y se despidieron. Y Falso siguió siendo el mismo, Falso de nombre y Falso de naturaleza.

 

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