Una tarde tranquila, un rey preguntó a cierto cortesano, «Usted parece un hombre de integridad, ¿por qué es usted objeto de tanta crítica, difamación y odio?»
El funcionario contestó: «Su majestad, cuando las lluvias torrenciales de primavera llegan, los agricultores están contentos porque su campos son irrigados. Los peatones, por otra parte, son infelices porque las calles están fangosas y resbaladizas.
¡Cuando la luna de verano está tan clara y brillante como espejo, los poetas y los escritores se alegran de la oportunidad de viajar y formar coplas y poemas, mientras los ladrones y los criminales se apenan con el resplandor de la luz de la luna! ¿Si hasta el cielo y la tierra imparciales son objeto de culpa y resentimiento, amor y odio, como puede este vasallo suyo, imperfecto y lleno de defectos, escaparse de la denigración y la crítica?
Por lo tanto, me aventuro a pensar, que nosotros deberíamos permanecer tranquilos ante la alabanza o crítica, meditarlo, y no tener prisa para creerlo. Si un rey cree un chisme, sus gentes pierden sus vidas; si los padres creen el chisme, hacen daño a sus hijos; si los hermanos y hermanas, los maridos y las mujeres, creen en palabras chismosas, ellos cortaran relaciones los unos con los otros. El criticón es realmente más nocivo que rastreros y serpientes, más agudo que espadas y cuchillos, que matan sin derramar una sola gota de sangre.
De acuerdo a lo juzgado por la historia, este cortesano era un funcionario desleal; sin embargo, su respuesta era sana y razonable, y un ejemplo digno para generaciones posteriores. Por lo tanto todavía es citado hoy.
Maestro TAM.
PARÁBOLAS BUDISTAS.