Un día un pequeño niño subía a su desván para buscar un libro. Todo estaba oscuro, pero entre sombras pudo ver unos brillantes ojos que lo miraban fijamente. Eran dos ojos grandes, con una separación de casi un metro, lo que le daba un idea sobre el tamaño de su dueño, un escalofriante ser que se lanzó sobre el niño. Afortunadamente el pequeño pudo escapar y salió corriendo rápidamente del desván cerrando a su paso la puerta con llave y dejando al monstruo gruñendo.
Durante los siguientes días el pueblo estaba aterrorizado, los gritos del monstruo se escuchaban desde el desván y la noticia de sus maldades se extendía por todas partes. Las desgracias aumentaban día a día pero nadie tenía el valor de subir al desván y enfrentarlo cara a cara.
Unos días después llegó un pescador Noruego, un tipo de aspecto rudo y fuerte; aprovechando que pasaba por el pueblo la gente le pidió su ayuda para enfrentarse al temible monstruo. El noruego no dudo ni por un instante en hacerlo a cambio de algunas monedas. Al acercarse al desván y escuchar tan estruendosos gritos, bajó a pedir más dinero, herramientas, una gran red y un carro, pues quería llevarse aquel ser terrorífico como trofeo.
El pueblo le concedió todas su peticiones, así fue como el noruego abrió la puerta y desapareció entre gritos estremecedores que al poco tiempo cesaron. Nunca más volvieron a ver al noruego, ni al monstruo y por supuesto después de aquella tragedia, nadie se atrevió a subir de nuevo al desván. Pero ¿qué pasó con aquel hombre?
Lo que realmente sucedió con el noruego, fue que cuando abrió la puerta pudo ver el ojo de Olav, su enorme y bravo timonel. El ojo también se reflejaba en un espejo dando la impresión de pertenecer a la misma cabeza, porque su otro ojo llevaba mucho tiempo cubierto por un parche. Ambos siguieron hablando y gritando en su idioma y el noruego le contó sobre todo el dinero que le habían dado con tal de acabar con el “temible monstruo” del desván. Se trataba de tanto dinero que los dos astutos bribones se las ingeniaron para escapar de aquel desván, tomar un barco y dedicarse a la pesca.
Y así fue como el miedo, y sólo el miedo, empobreció a todo el pueblo y les regalo una vida lujosa a los pescadores.
FIN.
Versión del cuento “La criatura del desván” de Pedro Pablo Sacristán.