Cuando despertó, Gusanillo, estaba en la copa del árbol, muerto de miedo. No sabía cómo había llegado hasta allí, y miraba a su alrededor, muy asustado, sin moverse nada por temor a caer al vacío.
Pasó volando una mariposa, y al verlo le preguntó:
– ¿Cómo has llegado ahí Gusanillo?
El gusano muy afligido le contestó:
– No lo sé. Cuando he despertado estaba aquí arriba. Tengo mucho miedooooooo.
La mariposa, al ver a Gusanillo tan asustado, fue a buscar ayuda. Apareció al poco rato con un pajarito.
– Mira Gusanillo, este es mi amigo pajarito, él te ayudará a bajar al suelo – le dijo. Métete en su pico.
Gusanillo, receloso, rehusó inmediatamente la ayuda que le prestaban.
– ¡Nooooooooooooo! ¡Ni locooooo! – dijo retorciéndose, a la vez que se convertía en una bola.
El pajarito, al ver la actitud de Gusanillo, se alejó confuso sin mirar atrás. Enseguida, apareció la mariposa con una ardilla y le dijo:
– Mira Gusanillo, mi amiga ardilla te ayudará a bajar al suelo. Sube a su lomo, con ella estarás a salvo.
– ¡Nooooooooooooo! ¡Ni locooooo! – gritó de nuevo, sospechando de la ardilla, y se enrolló más y más fuerte.
La ardilla, al ver la reacción de Gusanillo, saltó a otro árbol y se alejó de allí sin entender nada. Volvió la mariposa, esta vez, con un amigo mono.
– Mira Gusanillo, mi amigo monito te ayudará, si es que realmente quieres ayuda. Salta a la palma de su mano y te bajará al suelo – le dijo, harta de que desconfiara de la buena voluntad de sus amigos.
– ¡Nooooooooooooo! ¡Ni locoooo! – gritó de nuevo Gusanillo, escamado, haciéndose casi invisible de lo fuerte que se enrolló.
El monito, al ver la reacción del gusano, bajó agarrándose a las ramas y desapareció chillando por el camino de arena, pensando que ese animal era tan desconfiado, que prefería quedarse allí toda la vida.
La mariposa, disgustada por la actitud de Gusanillo, extendió sus alas y se alejó volando, sin intención de volver; dejándolo solo, asustado y en lo alto del árbol.
Esa noche hubo una tormenta muy fuerte. Llovió, granizó, y Gusanillo se arrepintió mucho de no haber confiado en los amigos de la mariposa, y no haberse dejado ayudar.
A pesar de todo, tuvo mucha suerte, porque una ráfaga de viento lo bajó al suelo, tal como lo había subido, sin sufrir ningún daño.
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