Ese día en la ratonera estaban revolucionados. Mamá rata había llevado para comer un gran trozo de queso, del que más les gustaba, y todos estaban esperando impacientes a que papá ratón lo repartiera.
Tocaron a una suculenta ración, y cada uno se fue a su rincón para dar buena cuenta de su apetitoso manjar.
Topito tomó solo un pedazo para cenar y prefirió dejar el resto para comer el día siguiente. Tapón se comió todo en una sentada y se quedó dormido enseguida. Molón se comió la mitad y decidió dejar la otra mitad para otro momento en que tuviera apetito.
Ocurrió que durante la noche Tapón se despertó, y a pesar de haber cenado muy bien sintió hambre. A oscuras se acercó sigilosamente a la cama de su hermano Topito. Enseguida vio el trozo de queso y, sin pensarlo dos veces, se lo llevó a su rincón y se lo comió. Luego se volvió a quedar plácidamente dormido.
Habían pasado tres horas y Tapón se volvió a despertar. Se acarició la barriga. Inexplicablemente volvía a tener hambre. Sin hacer ruido, a oscuras todavía, se acercó a la cama de su hermano Molón. Cuando vio el trozo de queso tampoco se lo pensó dos veces, se lo llevó a su rincón y se lo comió en menos que canta un gallo. Se acostó de nuevo y se durmió sin ningún cargo de conciencia.
A la mañana siguiente Tapón se despertó con los gritos de sus hermanos.
– ¡Alguien se ha llevado mi queso! – dijo Topito muy enfadado mirando de reojo a sus hermanos.
– ¡Me han robado mi trozo de queso! – dijo Molón airado.
– ¿Habéis oído ruidos esta noche? – preguntó papá ratón.
– Yo escuché algo pero me dormí enseguida – dijo Tapón para que pensaran que había entrado alguien durante la noche y no sospecharan de él.
Entonces, Topito y Molón empezaron a pelear fuertemente entre ellos acusándose de ladrones.
Tapón se sintió muy mal. No le gustó ver a sus hermanos pelearse de esa manera, y encima sabiendo que había sido por su culpa. Mamá rata y papá ratón separaron a los ratoncitos.
– ¿No os da vergüenza? ¡Sois hermanos! – dijeron muy disgustados, y mamá rata se puso a llorar.
Al ver todo lo que estaba sucediendo, Tapón empezó a llorar desconsoladamente en un rincón. Todos estaban en silencio.
– ¡He sido yo! ¡He sido yo! – dijo Tapón tapándose la cara con las patas, muy avergonzado por su comportamiento.
– ¡Perdón, perdón! – dijo mirando a sus hermanos y a sus padres ratones. Entonces, Topito y Molón se miraron uno al otro también avergonzados.
– ¡Perdóname! – dijo Topito a Molón.
– ¡Perdóname! – dijo Molón a Topito.
Arrepentidos por todo lo sucedido, los tres ratoncitos también pidieron perdón a sus padres ratones, y volvió a reinar la paz en la ratonera. Mamá rata aún guardaba una pequeña porción de queso y la repartió. Tapón también recibió su parte, pero no comió y enseguida fue a dársela a sus dos hermanos.
– ¡No! ¡Ese queso es tuyo! – le dijeron Topito y Molón con una sonrisa. Y Tapón se relamió muy agradecido.