Un día la raposa (zorra), que se encontraba de paseo por el bosque, oyó un extraño ronquido: Uj, uj, uj… —¿Qué será aquello? —se dijo—. Voy a ver…
Después de cruzar entre unos grandes árboles, llegó a un sitio pedregoso y pudo ver de lo que se trataba. Era que el jaguar estaba prisionero en un hueco. Al distinguirla, él le dijo: —He caído dentro de este hueco y no puedo salir, pues tras de mí rodó esa piedra. Ayúdame a retirarla. La raposa le ayudó a quitar la piedra y el jaguar salió.
Entonces ella le preguntó: —¿Qué me pagas? El jaguar, que estaba con hambre, le dijo: —Ahora te voy a comer. La raposa no esperaba ese proceder y no tuvo tiempo de darse a la fuga, por lo cual el jaguar la atrapó. Teniéndola presa, le hizo esta pregunta:
—¿Cómo es que se paga un beneficio? La raposa le contestó: —Un bien se paga con un bien. Allí cerca vive el hombre que lo sabe todo; vamos a preguntarle. El jaguar la soltó y dijo: —Bien, vamos.
Caminaron un buen trecho por el bosque, luego atravesaron por el platanar y en seguida encontraron al hombre, que estaba parado a la puerta de su cabaña. La raposa le contó que había sacado al jaguar del hueco y que él en pago la quería comer. El jaguar explicó: —La quiero comer porque un bien se paga con un mal. El hombre entonces dijo: —Está bien, vamos a ver el hueco.
Fueron los tres y, al llegar al hueco, el hombre dijo al jaguar: —Entra que quiero ver cómo estabas. El jaguar entró y el hombre y la raposa rodaron la piedra y el jaguar ya no pudo salir. Entonces el hombre le advirtió:
—Ahora te quedas allí sabiendo que un bien se paga con un bien. El jaguar se quedó preso, y los otros se fueron. Desde esa vez el jaguar, que no aprovechó la lección, se propuso atrapar a la raposa.
Un día, el hombre, que había salvado a la raposa, iba por un camino. La raposa lo vio y dijo: —Ése es un buen hombre, voy a entretenerme con él. Se echó en el camino por donde el hombre tenía que pasar y fingióse muerta.
El hombre la vio y dijo: —¡Pobrecita raposa! Hizo un hueco, arrojó en él a la raposa, la cubrió con un poco de tierra y se fue. La raposa salió del hueco, corrió por el bosque, se adelantó al hombre, se echó en el camino y se fingió muerta. Cuando el hombre llegó donde estaba, dijo: —¡Otra raposa muerta! ¡Pobrecita!
La retiró del campo, la cubrió con hojas y se fue. La raposa corrió otra vez por el bosque, se adelantó al hombre y echóse en el camino, fingiéndose muerta. El hombre llegó y dijo: —¿Por qué habrá muerto tanta raposa? La sacó fuera del camino y se fue. La raposa volvió a correr y de nuevo se fingió muerta en el camino. El hombre llegó y dijo: —¡Lleve el diablo tanta raposa muerta! Cogió de la punta de la cola y la tiró en medio de unas matas.
La raposa dijo entonces: —No se debe abusar de quien nos hace un bien.