Un día entre montes, por áspero camino, tropezando con una y otra peña, iba un viejo cargando con su leña, maldiciendo su mísero destino.
Al fin cayó y viéndose de suerte que apenas levantarse ya podía, llamaba con colérica porfía una, dos y tres veces a la Muerte.
Armada de guadaña, en esqueleto, La Muerte se le ofrece en aquel punto, pero el Viejo, temiendo ser difunto, lleno más de terror que de respeto, trémulo la decía y balbuciente:
– Yo … señora… os llamé desesperado; Pero… –
-Acaba; ¿Qué quieres, desdichado? – Le dijo la muerte al viejo
A lo que el viejo respondió:
-Que me cargues la leña solamente.
Félix María Serafín Sánchez de Samaniego Zabala
No debemos maldecir nuestra suerte por que lo único que pasará será tener más problemas y no resolverlos nunca. En esta fábula el anciano se equivocó al estar llamando a la muerte y cuando se le presentó el prefirió la vida por sobre todas las cosas.