Una fatídica relación amorosa, la falta de trabajo, el cierre de un negocio o una enfermedad pueden ser consideradas, si así lo desean, como derrotas. Pero cómo lo cataloguemos es intrascendente; lo que sí marca la diferencia es el significado que le damos a esa palabra.
Podemos pensar que derrota es no poder alcanzar nuestros objetivos, sea porque los vemos inalcanzables, porque hay alguien que lo ha hecho mejor o que se ha orquestado una confabulación en contra nuestra. Sin embargo, podríamos simplemente pensar que es una manera de prepararnos y ser más fuertes de cara a la consecución de un objetivo mayor.
¿De verdad creen que el que ha encontrado el amor de su vida nunca ha sido rechazado, que una gran empresa nunca ha encontrado escollos o barreras que ha tenido que sortear?
Los que no conocen la derrota
Sí, hay que admitirlo, hay gente, personas, que no saben lo que es la derrota, y tienen un secreto que les ayuda a no conocerla: nunca han luchado. El que nunca ha salido derrotado nunca ha peleado, prefiere permanecer en su círculo de confort y comodidad, aquello que conoce y no más allá. ¿Y por qué no se expanden más allá de sus límites? Por sus pensamientos negativos, por un miedo que repite en su cabeza “no va a salir bien”, “no puedo hacer eso”, “no me atrevo”… Quien no lucha no puede vencer.
¿Y qué es lo bueno de la derrota?
Este mundo está en constante movimiento, no sólo la Tierra. Todo lo que ella engloba se mueve, por tanto la derrota no es un emplazamiento definitivo, no es un fin ni un comienzo.
¿Cómo afrontar una derrota?
Es importante pensar que una derrota siempre abre las puertas a posibles victorias en un futuro y nos prepara para ganar en la próxima batalla. Si todo el mundo se rindiera a las primeras de cambio, seguramente no habría derechos humanos, ni libertad de expresión, ni “democracia” e incluso es posible que España nunca hubiera ganado el Mundial de fútbol (por poner unos ejemplos).
Puede que las cosas salgan mal, pero quienes al menos lo han intentado saben que aún tienen el día de mañana para volver a luchar. Nada tiene de malo llorar la derrota para curar las heridas, del mismo modo que las heridas físicas sangran para más tarde cicatrizar; y qué son las cicatrices sino experiencia.
Aprovechen también las enseñanzas que esa derrota les ha dado; piensen por qué han salido derrotados y elaboren un método para salir exitosos en el futuro. No hay derrota de la que no se pueda aprender.
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