Había una vez un joven muy humilde, que heredó de su padre una sastrería. El joven se afanaba en trabajar duro para sacar adelante el negocio.
Un día muy caluroso de verano, el joven sastre cosía junto a la ventana un traje, mientras soñaba despierto con poder recorrer el mundo y vivir fantásticas aventuras. El cuarto de pronto se llenó de unas moscas muy pesadas que no paraban de revolotear a su alrededor. Entonces, armado con un matamoscas, consiguió matar a siete de un solo golpe.
Fantaseando, el sastrecillo imaginó que las moscas eran terribles guerreros, y que había acabado con siete él solito… Y tanto imaginó y fantaseó, que al final terminó por creer que era verdad, y que había matado a siete guerreros en una batalla.
Decidió entonces bordar en un cinturón de seda la leyenda: ‘maté a siete de un golpe’, para pasear orgulloso con ella por la ciudad.
Todos sus vecinos la contemplaron sorprendidos:
– ¡Mira, mamá!- dijo un niño señalando al sastrecillo- Ese chico ha matado a siete de un golpe…
– ¡Qué barbaridad! ¡Qué héroe!– respondió su madre.
Un día, es sastrecillo paseaba con su cinturón y se encontró con un terrible gigante.
– ¡Alto ahí! ¿Qué pone en tu cinturón?- le dijo el gigante al sastre.
– ‘Maté siete de un golpe’. ¿Es que no sabes leer?- contestó sin inmutarse el joven.
– ¡Cómo te atreves, ‘mequetrefe’! Tan valiente y fuerte que te crees, a ver si eres capaz de hacer esto…
Y el gigante tomó un guijarro y lo apretó con tanta fuerza, que salió algo de agua.
El sastre tuvo una genial idea, y sacando de su zurrón un queso agujereado, lo apretó delante de los ojos del gigante y consiguió que saliera leche…
– ¡Vaya! No está mal- dijo asombrado el gigante- ¡En verdad tienes mucha fuerza! Pero intenta tirar con la misma fuerza que la mía una piedrecita al cielo.
El gigante tiró un guijarro al cielo y llegó muy alto, pero luego cayó a sus pies…
– No está nada mal, gigante- dijo el joven sastre- Pero tu piedra ha caído. Yo lanzaré algo tan alto que no caerá…
Y diciendo esto, el sastre sacó a un pájaro que tenía en una jaula y lo lanzó hacia arriba. El animal se puso a volar y claro está, no regresó.
– ¡Fabuloso!- asintió el gigante- En verdad no vi nada igual…
La noticia corrió de boca en boca y en nada de tiempo todos los habitantes de la ciudad estaban convencidos de que el joven sastre había conseguido una heróica victoria. La noticia viajó de pueblo en pueblo y llegó a oídos del rey.
Un día, un mensajero real llamó a la puerta del sastre:
– Por orden del rey traigo este mensaje- dijo el paje real- Que sabiendo que eres tan valiente y bravo, debes librar al reino de unos terribles gigantes que viven en el bosque. A cambio recibirás la mano de su bella hija y la mitad del reino.
El sastrecillo no tuvo más remedio que obedecer la orden del rey, y se encaminó al bosque en busca de los gigantes. Además, ¡tenía un plan!
Pronto llegó al bosque y en seguida vio a los terribles gigantes. ¡En verdad daban mucho miedo! Pero ya no había vuelta atrás: tenía que vencerlos. Decidió poner en marcha su plan.
El sastrecillo recogió un buen número de piedras y se subió a lo alto de un árbol. Allí esperó a que los gigantes se durmieran.
Cuando el joven comenzó a escuchar los ronquidos de los gigantes, pensó que era el momento ideal. Se colocó cerca del más grande y lanzó una piedra contra su nariz. El gigante se despertó asustado y le dio un tremendo golpe a su compañero, creyendo que había sido él quien le lanzó la piedra, ya que no había nadie más alrededor.
– ¡Pero qué haces, bruto!- le dijo el otro gigante.
– ¡Me has dado un golpe en la nariz!- dijo el primer gigante.
– Yo no he sido, déjame dormir en paz.
Los gigantes, a pesar del enfado, volvieron a dormirse. Y el sastrecillo arrojó otra piedra, de nuevo, sobre la nariz del más grande…
– ¡Otra vez! ¡Te vas a enterar!- gritó mientras pateaba al otro gigante.
– ¡Que yo no he sido, te digo!- y el segundo gigante, muy enfadado, comenzó a pelearse con su compañero.
Los dos gigantes se pelearon sin piedad. Se golpearon tanto, que ambos acabaron muriendo de agotamiento…
El sastrecillo, entonces, acudió al rey a dar la buena noticia: nunca más tendrían que temer a los gigantes. El rey, agradecido, ofreció la mano de su hija al joven sastre, el hombre más valiente de la ciudad.
El exceso de imaginación también puede meterte en ‘un apuro’.
Para resolver un problema lo mejor no es la fuerza, sino la astucia.
Una vez que te comprometiste a algo, debes cumplir tu promesa…
La astucia (inteligencia), un buen aliado para resolver problemas: El sastrecillo valiente consiguió vencer a los gigantes gracias a su astucia, y no a su fuerza. Lejos de ser muy valiente, lo que en realidad era el joven sastre es muy inteligente y prudente
La determinación y la autoestima: Lo que seguramente entendió el sastrecillo valiente es que a veces el exceso de imaginación puede hacerte parecer algo que no eres, y creer cosas que no hiciste. Sin embargo, una vez asumido un papel, siempre debes estar dispuesto a cumplir lo que empezaste. Con esfuerzo y sobre todo, confianza en uno mismo, se puede conseguir.
«Esfuerzo, perseverancia y confianza en sí mismo… estas son las bazas ganadoras.»