A Valentina no le gustaban las caras tristes. Ni las caras regañonas. No le gustaban las lágrimas ni el miedo. Y cada vez que alguna de sus amigas se enfadaba, se ponía triste.
A Valentina le gustaban las risas y sonrisas. Las caras alegres. Las carcajadas. Las canciones y los saltitos. Le gustaba su abuelo Zacarías porque siempre estaba de buen humor y le hacía reír.
– De mayor quiero ser como tú- le dijo un día a su abuelo.
– ¿Como yo?- le preguntó Zacarías extrañado.
– Sí- le dijo la niña-, de mayor quiero hacer reír a la gente.
-Ah!… entonces lo que quieres ser es… ¡¡payaso!!
Desde luego, su abuelo Zacarías siempre estaba con sus bromas… ¿Payaso? Valentina no había ido nunca al circo. Había visto payasos dibujados en los libros, pero nunca uno de verdad. Su abuelo Zacarías le dijo sin embargo que no era ninguna broma. Bajó al trastero y regresó con una divertida nariz roja y unos enormes zapatones negros.
A Valentina casi le da un ataque de risa al ver a su abuelo así vestido.
– ¿Ves?- le dijo Zacarías- Yo de joven fui payaso. Los payasos hacen reír a los demás.
Valentina se quedó pensativa. Ella creía que quería ser bailarina, veterinaria o profesora… así que ahora estaba un poco confundida.
Al día siguiente se lo contó a sus amigas, y ellas le aconsejaron probar con todo. Así que se pusieron a jugar a imitar profesiones.
Valentina dio unos cuantos pasos de baile y todas aplaudieron mucho. A ella le gustó.
Luego cogió su peluche Marramiau, un gato un poco deshilachado que dormía con ella todas las noches. Hizo que le curaba y todas abrieron la boca de admiración. Y a Valentina, le gustó.
A continuación se puso a dar clase a sus amigas. Tocaba lengua. Y alguna que otra se aburrió. Pero a Valentina, también le gustó.
Y por último se puso la nariz que le regaló su abuelo, se enmarañó el pelo y empezó a hacer gracietas y a caerse (a posta), y a poner caras divertidas, y a hacer muchas muecas. Y todas comenzaron a reír y a reír sin parar. Abrieron mucho la boca de admiración… y no, no se aburrieron ni un poquito. Y a Valentina le entusiasmó.
Desde entonces Valentina tiene muy claro que de mayor quiere fabricar sonrisas. Y no le importa si de payasa, profesora, veterinaria o bailarina. Pero por si acaso ella practica un poquito todas las tardes con la nariz y los zapatones de su abuelo Zacarías.
(‘Valentina’ ©Fanny Tales 2013)
- Qué es la empatía: Nuestra protagonista es capaz de ponerse triste cuando sus amigas están tristes, y sentirse muy feliz cuando comprueba que los demás son felices. Por eso, decide que quiere fabricar sonrisas, para hacer felices a los demás.
- La importancia de generar pensamiento positivo: Hablamos de una niña que es positiva, alegre, y además quiere un mundo feliz, porque sabe que la risa tiene muchísimos beneficios. La risa te hace crecer por dentro, sentirte más fuerte, más confiado, con más ilusión y ganas de vivir y aprender.