Cuenta una leyenda mexicana muy antigua que hace mucho, pero que mucho tiempo, la luna moraba en el espacio junto a un inseparable compañero, de nombre Kuatsumi. Ambos estaban muy enamorados y eran dos espíritus libres y bellos. Era una unión tan perfecta, que pronto generó la envidia de otro espíritu, que quería para sí el amor de la luna.
Pensó en cómo deshacerse del compañero de la luna, hasta que un día vio la oportunidad. Ella se acercó a la Tierra y desde arriba observó la hermosura del planeta.
– Kuatsumi- le dijo el espíritu celoso- ¿Has visto cómo contempla la luna esas flores blancas de la Tierra? ¡Lo feliz que le haría poder tenerlas! ¿Y si bajas a la Tierra por ellas?
El malvado espíritu sabía que si bajaba a la Tierra, Kuatsumi no podría regresar. Pero él, que estaba tan enamorado, no recordó el peligro de adentrarse en el planeta, y bajó sin dudar en busca de las flores.
Al cabo de un tiempo, la luna preguntó por su enamorado, y el malvado espíritu le dijo:
– Bajó a la Tierra en busca de flores y ya nunca volverá.
La luna, presa de espanto, decidió quedarse para siempre junto a la Tierra, e iluminar durante la noche al planeta.
De esta forma podría buscar a su querido Kuatsumi para poder rescatarlo.
«El envidioso, en lugar de buscar su propia felicidad, intenta arrebatársela a quien la posee.»