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Y el Sensei le respondió:
– Por qué dices eso?
El joven alterado, le contestó:
– Veo a mis compañeros hablar mal de otros; siento que mi Senpai no me explica bien e incluso usted Sensei, ya no me dedica tiempo como antes; los estudiantes nuevos no tienen el interés que deberían, cosa que le hace mal al grupo; entre tantas y tantas otras cosas malas que veo.
El Maestro sin dudarlo le respondió:
– Esta bien, pero antes quiero que me hagas un favor: Corriendo y sin detenerte realiza 25 vueltas al tatami y luego sin descanso, haces 25 ukemi por ambos brazos… Después de eso, podrás retirarte.
Y el joven pensó:
(Nada complicado, puedo hacerlo!)
Y dio las vueltas apresurado y los ukemi, como le solicitó el Sensei.
Cuando terminó dijo: – Listo, Sensei.
Y el Maestro le respondió:
– Cuando estabas dando vueltas, viste a tus compañeros hablar mal de otros?
El joven estudiante dijo: – No.
Viste que tu Senpai y yo tu Maestro, ambos estábamos al pendiente de tí?
El joven: – No pude verlos.
Viste a tus Kohai y nuevos estudiantes distraídos o poco animados haciendo lo que no debían?
El joven: – No, tampoco.
Sabes por qué? Estabas concentrado en hacer lo que debías y de la mejor manera que pensabas.
Lo mismo sucede en nuestra vida. Cuando nuestro enfoque es responsable y consciente de la práctica verdadera y del objetivo final del Aikido, no tenemos tiempo de ver los errores de la gente o los demás.
Quién sale del Dojo por causa de la gente, nunca entró por una buena razón.
Aplícalo en toda tu vida, sea cual sea tu disciplina marcial o la actividad que realices; quédate con el mensaje o compártelo. Enfócate en tus metas e ignora lo que los otros hacen y llegarás a donde quieres llegar.