En una casa de una gran urbe vivía un gato grande y consentido por sus dueños. Dicho gato tomaba toda la leche que gustaba, y sus amos le consentían y cuidaban, esforzándose por darle todo lo que quisiera.
El gato tenía una confortable cama para él solo, y pasaba sus días persiguiendo a un grupo de ratones que también vivían en la casa. Cada vez que uno de estos ratones se asomaba para tomar algo de alimento, el gato aparecía y ferozmente le cazaba.
Los ratones eran atosigados por el gato de tal manera que ya no podían salir de su ratonera para conseguir alimento.
Un día, los ratones se reunieron para buscar una solución a sus problemas. Tanto los niños como los jóvenes y los viejos deliberaron infructuosamente en busca de soluciones.
Hasta que un joven ratón propuso una alternativa que a todos gustó: ponerle un cascabel al gato para así saber cuándo merodeaba fuera de la ratonera.
Todos los ratones vitorearon y acordaron que ésta era la mejor alternativa. Hasta que uno de los ratones más viejos preguntó:
– ¿Quién se encargará de poner el cascabel en el gato?
Inmediatamente todos los ratones se desanimaron, puesto que no apareció ningún voluntario.
Se dice que hasta el día de hoy los ratones pasan las tardes deliberando quién se encargará de la temeraria labor, mientras que la comida continúa escaseando.
Moraleja
Una de las fábulas más conocidas en todo el mundo. Universalmente utilizada para dinámicas de grupo.
Nos habla de la importancia de las ideas, pero sobre todo de la importancia de las buenas ideas cuando realmente se llevan a cabo. Porque las ideas sobre el papel son buenas, pero sólo son excelentes cuando hay personas dispuestas a llevarlas a cabo.
Y, en el caso de los ratones, la falta de quien llevara a cabo estas tareas propició el hecho de seguir teniendo una buena idea, pero sólo eso: una idea.
Siempre es necesario pasar a la acción. Sino, hasta las mejores ideas se diluyen.