Dicen que en otros tiempos, este lago, uno de los más conocidos de la pequeña república de Andorra, no existía y que en su lugar había un pueblo que tenía el mismo nombre.
La causa de que las aguas hicieran desaparecer la superficie de la tierra fue la que ahora explicaremos.
Una mujer del pueblo de Golasters había amasado el pan, y justo cuando acababa de ponerlo al horno, llamó a su puerta un pobre hombre que le pidió algo para comer. Ella le respondió que acababa de amasar y que no tenía ni una miga de pan para darle.
-“Es verdad que no tenéis ni una miga de pan en el cajón –respondió el hombre- pero si aprovecharais bien la amasadera aún me podríais hacer un panecillo.”
La mujer hizo lo que el pobre le decía y aún pudo hacer un panecillo bastante grande para satisfacer el hambre del hambriento. Cogió la pala y lo puso en el horno para cocerlo, junto con los que había puesto antes. El pobre quedó satisfecho y esperaba ansioso el momento en que la señora quitaría su panecillo del horno. Cuando el pan ya estaba cocido la mujer dijo:
-“Este pan no debe ser para vos porque ha salido del mismo tamaño que los otros y lo podré vender. Id en paz a otro lugar donde tengan más que yo para daros.”
Entonces el pobre, sin enojarse respondió:
-“Bien, guárdese este pan y repase otra vez la amasadera, seguro que aún podrá hacer un panecillo con los restos que encuentre.”
La mujer hizo como él le dijo y puso el pan en el horno. Cuando ya estaba cocido lo sacó y vio que aún era más grande que los otros. Como era muy avariciosa y poco caritativa volvió a negarse a dárselo al pobre.
Pero él tenía hambre y era impaciente, así que le dijo:
-“Bien, quédese también con éste, pero hágame la caridad de recoger las migas que han caído alrededor de la amasadera, seguro que aún saldrá un panecillo, por pequeño que sea.”
La mujer hizo como le decía el pobre y, otra vez, al abrir el horno encontró un pan más bonito que los primeros. Pero tal como había hecho antes, se negó a dárselo al pobre.
En aquel mismo momento, no se sabe muy bien si por una lluvia del cielo o brotando de la tierra, el agua fue subiendo hasta cubrir las casas del pueblo, que quedaron para siempre colgadas bajo las aguas de este lago.
Y dicen que en otros tiempos los pastores de las “Escaldes” (un pueblecito) que iban con el rebaño por sus orillas, los días de tempestad oían una voz que salía de lo más profundo y que les recomendaba: “Haced caridad a los pobres…”
Carme Garriga.