Hoy cumplo un año más de vida y deseo compartir con ustedes la siguiente reflexión:
La vida es como una bolsa llena de dulces que se nos entrega al nacer.
Al principio los comemos con desesperación, sin pensar en el mañana; los regalamos, los desperdiciamos o tiramos los que no nos gustan.
De pronto, un día miramos de nuevo la bolsa y descubrimos que ya solo quedan unos pocos.
En ese momento comprendemos una verdad inevitable:
cada dulce restante es valioso, y entonces decidimos saborearlos con mayor intención, disfrutando cada uno como si fuera el último.
Nadie sabe cuántos dulces quedan en su bolsa, por eso debemos vivir como si cada uno fuese el último, dando lo mejor de nosotros en cada etapa.
Los cumpleaños tienen esa fuerza: nos invitan a reflexionar sobre lo vivido, repasar el pasado más reciente, analizar el presente y vislumbrar el futuro. Incluso nos imaginamos cómo habrán sido aquellos momentos para nuestros padres el día que nacimos, y todo lo que implicó nuestra llegada.
Algunas cosas de mi vida han sucedido como las imaginé; otras no, por supuesto. Eso no las hace mejores ni peores, simplemente distintas, y allí se encuentra el auténtico sabor de la vida: los retos inesperados, las sorpresas, las tristezas que fortalecen y las experiencias que, aunque no comprendamos del todo, nos preparan para seguir avanzando.
Con el tiempo, uno aprende a ver lo bueno que lo rodea.
A valorar la puesta de sol, los paseos en familia, una buena conversación, una cena agradable, el aire fresco, la música, escribir, una película, o cualquier detalle capaz de transformar un día común en uno especial.
Y reflexiono:
quizá el objetivo de la vida no es la felicidad como meta final, sino el constante cambio. Aprender a vivir a nuestro propio ritmo. La felicidad aparece en los pasos que decidimos disfrutar durante el camino.
La edad no debe ser una limitante; no es la cifra, ni lo que otros opinen, sino la actitud con la que enfrentamos la vida. Hay jóvenes agotados y mayores que están renaciendo entre oportunidades.
Al final, lo más importante es seguir aquí, con nuestras luces y sombras, siendo —o intentando ser— transmisores de felicidad para los demás. Y existen muchas formas de lograrlo.
Celebro haber nacido. Celebro la familia en la que crecí, porque de todos sus integrantes tomé lo necesario para forjarme y construir mi propio hogar.
Celebro estar vivo en este momento y poder compartir con todos ustedes esta reflexión.
Gracias a todos quienes me han enviado sus buenos deseos por los distintos medios.
Y no le den “like”: mándenme un saludo, un comentario, un correo o un mensaje. Saber que, de alguna forma, he podido apoyarles —o que ustedes me han apoyado sin saberlo— me llena profundamente. Cada una de sus palabras me motiva a seguir en este maravilloso trayecto llamado vida.
Gracias a mis padres, esposa, hijos, hermanos, tíos, abuelos, bisabuelos, amistades y compañeros por todo su tiempo y cariño.
Gracias también al misterio que representa el origen de la vida, a Dios, manifestado de tan diversas formas en este planeta, por permitirme iniciar un nuevo año y seguir luchando por mis objetivos.
Miguel Chamlaty Toledo
19/11/2025

