Un día Juan vio a su amigo Pedro que estaba dando vueltas al parque con cara de preocupación se acercó a él y le preguntó
—¡Hola, Pedro! ¿Cómo estás?
—No muy bien, la verdad. Esta mañana he estado discutiendo con Marta y eso me tiene bastante triste.
—Lo siento, amigo, pero eso tiene arreglo, es cuestión de pedir perdón y pelillos a la mar.
—Tú lo ves todo fácil ¿cómo es que tú siempre estás de buen humor? Incluso cuando las cosas no van bien para ti, siempre tienes una sonrisa en la cara.
Bueno, creo que es porque siempre intento ver el lado positivo de las cosas. La vida puede ser complicada y a veces muy dura, pero siempre hay algo bueno en medio de todo eso.
—¿Como qué?
—Por ejemplo, el otro día perdí mi bicicleta. Al principio estaba muy triste, pero luego me di cuenta de que, gracias a eso, pude conocer bien a uno de mis vecinos que me dio la bicicleta de su nieto para que la usara. Así que al final, algo bueno salió de una mala experiencia.
—Nunca lo había visto de esa manera. Pero, ¿qué haces cuando todo parece ir mal y no puedes encontrar nada positivo?
—En esos momentos, recuerdo todas las cosas buenas que tengo y que me ha dado Dios, como amigos como tú, una familia que me quiere, vecinos estupendos y la posibilidad de aprender cosas nuevas cada día. Todo eso me ayuda a mantenerme positivo.
—Creo que tienes razón. A veces solo necesitamos cambiar nuestra perspectiva para ver las cosas de una manera diferente.
—Exactamente. Y recuerda que siempre puedes contar conmigo.
—Gracias, Pedro. Eres un gran amigo.
Moraleja: incluso en los días difíciles, una buena actitud y una verdadera amistad pueden hacer la diferencia.

