El secreto de la serenidad.

por chamlaty

Hace mucho, mucho tiempo, en una aldea cercana a los escarpados Cárpatos, vivía un granjero de nombre Marek.

Marek era un hombre encantador, con don de gentes: le encantaba ser amable, ayudar a todo el mundo, gastar bromas y mejorar el ánimo de todos sus vecinos. A Marek le gustaba hacer reír a los demás, y se sentía muy feliz con la felicidad de otros. Sin duda, un hombre de gran corazón.

Pero Marek no era perfecto, y tenía un gran defecto: cuando se enfadaba, no conseguía controlar su ira. Se ponía muyyyy furioso y no era capaz de razonar. Y esto, a pesar de todas sus virtudes, le ocasionaba muchos problemas con los demás, que estaban un poco cansados de tener que aguantar las explosiones de ira de su vecino.

Marek quería solucionar este problema, y como había oído hablar de un hombre sabio que vivía en lo alto de una montaña, se fue hacia allí para pedir ayuda.

– Puedo ayudarte- le dijo el sabio- . Pero para ayudarte necesito ver de dónde parte tu ira. Para ello, tengo que verte enfadado. Vuelve a tu casa, y en el momento en el que te enfades, ven corriendo a verme.

Al cabo de unos días, Marek se enfadó con su mujer por una tontería, y al notar que su ira iba en aumento, en lugar de ponerse a gritar como solía hacer, salió corriendo, montaña arriba, en busca del sabio. Sin embargo, al llegar a la cima, se dio cuenta de que ya no estaba enfadado… ¡Qué desilusión! ¡No podría enseñarle al sabio su ira!

– Oh, gran sabio- le dijo al llegar Marek-… Venía a enseñarte mi ira, pero al llegar aquí, ya se había pasado…

– Entiendo… La próxima vez, debes subir más deprisa. Si no veo tu ira, no podré ayudarte.

Así que Marek regresó a su casa. Y esperó que llegara un nuevo enfado.

Días después, Marek volvió a enfadarse, y esta vez pensaba llegar a tiempo. Corrió a toda prisa montaña arriba, tan y tan rápido que sus pies apenas tocaban el suelo. Pero de nuevo, al llegar a la cima, notó que ya no sentía ira… El sabio volvió a enviarle a casa e insistió en que volviera a intentarlo. Así que Marek lo volvió a intentar una, otra y otra vez más… Pero siempre ocurría lo mismo.

Cansado de subir la montaña, Marek le dijo un día al sabio:

– Creo que no puedes ayudarme, sabio. Cada vez que vengo cuando siento ira, llego totalmente sereno. No conseguiré llegar furioso nunca. Creo que he estado perdiendo el tiempo.

– No lo creas- le respondió el sabio-. Cada vez que venías corriendo, tu furia se disipaba. Desde que haces esto, no gritas a nadie y consigues dominar tu ira hasta que desaparece. Ahí tienes la solución a tu problema: cada vez que te sientas furioso, corre. Corre todo lo que puedas hasta que tu ira se aleje y halles la serenidad.

Marek se dio cuenta entonces de que el sabio le había estado ayudando todo el tiempo. A partir de entonces, el joven consiguió manejar sus enfados y todos los vecinos fueron mucho más felices.

¡La serenidad! Ese gran regalo… La serenidad ayuda a reflexionar, a templar los nervios, a pensar con la cabeza y a escuchar nuestros sentidos. 

La inteligencia emocional consiste en conseguir entender y manejar las emociones. Y la ira, el enfado, es una de las emociones más complejas y más indómitas. Sin embargo, todos sabemos que la ira, que es necesaria, a menudo nos juega malas pasadas. Debemos aprender a conseguir la serenidad en medio de una tempestad de ira, y controlar el enfado para transformarlo y no dañar a nadie.

 

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