Un ratoncito salió de paseo con su madre. Subieron una colina y se encontraron con un cielo repleto de nubes.
– ¡Mira cuántas nubes! – dijo mamá ratona- ¿Qué ves en ellas?
– ¡Un castillo!- dijo entusiasmado el ratoncito.
– ¡Y yo veo allá un conejo!- dijo la mamá ratona.
Los dos descubrieron muchísimas formas en el cielo: dragones, corazones… ¡y hasta un ratón!
– Voy a coger flores un momento- dijo mamá ratona.
Y se alejó un poco de su hijo. Entonces, el ratoncito vio una nube que se hacía más y más grande… ¡y tenía forma de gato! ¡Quería atraparle!
El pobre ratoncito salió corriendo en busca de su madre.
– ¡Mamá, mamá! ¡Un gato enorme me quiere atrapar!
La mamá ratona, asustada, le dijo:
– ¿Dónde?
Y el ratoncito señaló el cielo. Entonces mamá ratona se dio cuenta de lo que pasaba:
– Mira, el gato enorme ya vuelve a ser una nube… ¿lo ves? Anda, ayúdame a recoger flores.
Y mamá ratona y su hijito pasaron una tarde fantástica (aunque el ratoncito no volvió a mirar el cielo por si acaso) y regresaron a casa con un precioso ramo de margaritas y amapolas.
El miedo no es malo. Es una emoción que nos avisa y nos protege ante un posible peligro. Pero el miedo también puede paralizarnos y llevarnos a sufrir y hasta a cometer errores:
Aprende a detectar el miedo que no nos beneficia: Cuando el miedo no nos sirve para alertarnos de un peligro, es un miedo destructivo. Es ese miedo que nace de la imaginación, de algo que no existe en la realidad, y que nos produce terror, angustia y llega a paralizarnos o a hacer cosas que no nos ayudan en nada. Debemos aprender a reconocer este miedo y a controlarlo para que no nos haga daño.
Cómo librarnos de ese miedo: Una vez localizado el miedo que nace de la imaginación, debemos controlarlo. La mejor manera es reconocer que no es real, que es fruto de nuestra imaginación. Si conseguimos darnos cuenta de que ese miedo no existe, que solo está en nuestra cabeza, podremos dominarlo. Para ello, piensa: ¿es algo que puedo tocar, que está aquí, que es real? Si no lo es… ¡no te preocupes! Igual que llegó, se irá.
La seguridad que aportan las madres: Buscar la protección en un momento de miedo es lo más normal del mundo, y muy recomendable. Alguien que te ayude a darte cuenta de que el miedo que tanto te asusta no es real. En este caso aparece una vez más la figura de la madre, como sinónimo de protección y calma. Pero puede ser cualquier persona en la que confíes.
«Una vez localizado el miedo que nace de la imaginación, debemos aprender a controlarlo»