Cuenta una preciosa leyenda nigeriana que hace mucho tiempo los hipopótamos vivían junto con el resto de animales en tierra firme. De vez en cuando entraban en una charca grande de agua a darse un chapuzón, pero en seguida salían a secarse.
Hipopótamo se sentía poderoso. Era grande y vivía acompañado de siete compañeras que le seguían a todas partes.
Tortuga tenía mucho miedo de Hipopótamo y sus amigas, porque tenían unas ‘patazas’ enormes, y ella era muy lenta y tranquila. Vivía aterrorizada pensando que en algún momento alguna de esas ‘patazas’ aplastaran su caparazón… e intentaba alejarse de la zona de los hipopótamos, pero aún así, de vez en cuando tenía que pasar por allí.
Un día, Hipopótamo convocó al resto de animales a un banquete. A él le encantaba hacerse notar y presumir delante del resto. Y el resto de animales, aceptaron la propuesta.
El día del banquete, todos se presentaron con sus mejores galas. Bueno, tortuga llegó la última, claro, pero al fin también decidió acudir.
Una vez que estaban todos, Hipopótamo, quien había preparado muchísimos manjares, dijo:
– ¿Alguno de vosotros conoce mi nombre?
Todos se miraron sorprendidos. ¡Tenía razón! Nadie sabía cómo se llamaba Hipopótamo.
– Ya veo que no… – continuó hablando el Hipopótamo- Está bien, pues si no conocéis mi nombre, no podéis comer conmigo.
Los animales se dieron la vuelta muy tristes y decepcionados, y ya cuando estaban a punto de irse, dijo Hipopótamo.
– Os veo tristes… pero os daré una oportunidad más. La semana que viene repetiré el banquete. Si alguno conoce mi nombre, podréis comer. Y además, el que lo adivine, podrá pedirme lo que quiera y yo tendré que cumplirlo.
A Hipopótamo le encantaban los juegos. Y estaba seguro de que nadie adivinaría su nombre, porque solo lo conocían sus compañeras, y ellas estaban siempre a su lado.
Tortuga se marchó pensativa… Si conseguía averiguar el nombre de Hipopótamo, podría solucionar su problema. Pero… ¿cómo podía adivinar su nombre? Pensó, pensó y pensó y al final se le ocurrió un gran plan.
Al día siguiente, Tortuga no rodeó el lugar en donde se encontraban los Hipopótamos. A pesar de su miedo, se escondió tras unos matorrales y esperó a que Hipopótamo se fuera al lago junto con sus compañeras.
En ese momento, Tortuga se apresuró (todo lo rápido que podía) y cavó un hoyo a la salida del gran charco de agua y allí se acurrucó, de forma que solo sobresalía una parte de su caparazón.
Al cabo de un rato, Hipopótamo salió del agua, pero le precedía una de sus compañeras. Al pasar por donde estaba Tortuga, se tropezó con su caparazón, y se hizo daño en la pata.
– ¡Ayyyyy, Istantim! ¡Qué daño me he hecho!- se lamentó la compañera de Hipopótamo.
¡Al fin podía oír el nombre de Hipopótamo! Ahora sí que sí, Tortuga esperó a que los hipopótamos se fueran y ella se retiró tranquilamente a su hogar.
Llegó el día previsto para el banquete, y todos los animales fueron al encuentro, por si alguno había conseguido averiguar el nombre de Hipopótamo. Al llegar todos, Hipopótamo dijo:
– Bueno, preguntaré de nuevo: ¿alguien conoce mi nombre? Mirad qué suculentos manjares he preparado…
Se hizo el silencio, y de pronto se oyó una vocecita:
– ¡Yo lo sé!- dijo Tortuga.
Entonces, el resto de animales de apartó y Tortuga pronunció su nombre:
– Istantim. Te llamas Istantim.
Hipopótamo enrojeció. ¿Cómo era posible que una simple tortuga hubiera adivinado su nombre? ¿Cómo lo consiguió?
– Y ahora- continuó hablando la tortuga- cumple tu promesa. Dijiste que podía pedir algo. Muy bien, pues ya lo sé: quiero que a partir de ahora tú y tus compañeras viváis para siempre en el gran lago.
Y así fue cómo desde entonces los hipopótamos viven en el agua y las tortugas caminan tranquilas y a su ritmo sin temor a ser aplastadas.
Esta historia, originaria de Nigeria, intenta dar explicación a por qué los hipopótamos viven en el agua. Es una historia divertida, original y además con una gran enseñanza implícita: los problemas se resuelven a base de ingenio.
El poder de los más humildes: En esta ocasión, en ‘El hipopótamo y la tortuga’, una sencilla, humilde y lenta tortuga consigue que el todo poderoso hipopótamo la obedezca, y todo, gracias a su inteligencia.
Los problemas se solucionan con calma: Al igual que la tortuga en esta leyenda del hipopótamo y la tortuga, muchas veces nos encontramos antes determinados problemas u obstáculos. Antes de usar la fuerza o dejarnos llevar por los primeros impulsos, pensemos bien cómo solucionarlos. Se piensa mejor en calma, y con paciencia, se consiguen grandes cosas.