¿Alguna vez os preguntasteis por qué los leopardos viven en la selva y los carneros en las granjas? Existe una antigua leyenda sudafricana que explica qué sucedió hace mucho tiempo con los leopardos y los carneros.
Según esta leyenda, hace mucho, pero que mucho tiempo, un pequeño carnero, buscaba un lugar en la selva para construir su casa. Llegó a una explanada muy luminosa, y bien escondidita, y pensó:
– ¡Este es un lugar fantástico para construir la casa! Iré a buscar las herramientas…
Y el carnero se fue a buscar todo lo necesario para empezar a construir su casa.
Pero dio la casualidad que el hijo de Leopardo también estaba buscando un lugar en la selva donde construir su casa, y al llegar a esa misma explanada, pensó:
– ¡Wooow! Este lugar es maravilloso para construir mi casa. Iré a buscar madera, lo dejaré aquí y empezaré por la noche.
Leopardo se fue, recogió unos cuantos trozos de madera y se fue con sus padres. Entonces, llegó Carnero con sus herramientas, y vio el montón de madera apilado en su explanada.
– ¡Vaya!- dijo Carnero-. ¡Está claro que en esta selva hay un espíritu bondadoso que quiere ayudarme! Qué bien… empezaré a construir la cabaña.
Carnero construyó un poco de la cabaña y se fue por la tarde con sus padres. Entonces llegó Leopardo, quien, al ver la cabaña empezada, dijo:
– ¡Qué maravilla! ¡Unos dioses quieren ayudarme! Fantástico, seguiré construyendo la cabaña…
Leopardo continuó construyendo la cabaña y se fue a descansar junto a sus padres, y Carnero la continuó por la mañana, pensando que le ayudaban los espíritus del bosque. Así, sin verse nunca, y sin saber lo que en realidad ocurría, Leopardo y Carnero construyeron a medias la cabaña, uno por la mañana y el otro por la noche.
Cuando Leopardo terminó la cabaña, se fue como siempre con sus padres, con el deseo de llevar a la mañana siguiente todas sus cosas a su nuevo hogar. A la mañana siguiente, Carnero llegó a la explanada y vio la cabaña terminada.
– ¡Ooooh! ¡El espíritu bueno terminó la cabaña!- dijo sorprendido Carnero.
Pero en ese momento llegó Leopardo, quien se quedó sorprendido al ver a Carnero junto a su casa.
– ¿Qué haces tú aquí?- le preguntó Leopardo.
– Admirando mi casa- contestó Carnero.
– ¿Tu casa?- preguntó extrañado Leopardo.
Los dos se contaron la historia, desde que encontraron la explanada hasta que vieron cómo la casa comenzaba a construirse poco a poco. Y se dieron cuenta de lo que había pasado. Les hizo mucha gracia, y Carnero y Leopardo se hicieron tan amigos, que decidieron vivir juntos, con el consentimiento de sus padres.
Un día, el padre de Leopardo le preguntó que si sabía cómo cazaba Carnero, porque el padre de su amigo cazaba más que él, y él pensaba que era el mejor cazador de la selva.
– Se lo preguntaré a mi amigo– le contestó Leopardo a su padre.
Al ver a Carnero, le preguntó:
– Oye, Carnero, ¿tu padre cómo caza?
– Pues… te lo explicaré si tu me cuentas cómo lo hace tu padre.
– ¡De acuerdo!- contestó Leopardo.
Los dos amigos se fueron a buscar un palo para hacer como si fuera la presa, y demostrar al otro cómo cazaban sus padres. Primero lo hizo Leopardo: clavó el palo en la tierra, comenzó a moverse muy rápido a la derecha, a la izquierda, a la derecha… ¡y zas!, se lanzó al palo.
– Ya veo- dijo Carnero-. Es muy buena técnica. Pero mira cómo lo hace mi padre…
Carnero clavó su palo en la tierra y dio unos pasos hacia atrás para tomar carrerilla. Entonces, agachó la cabeza y se lanzó hacia el palo. Lo hizo añicos con los cuernos.
– ¡Vaya!- dijo sorprendido Leopardo- ¡Menudos cuernos, amigo!
Leopardo, al ver después a su padre, le contó cómo Carnero cazaba echándose al principio para atrás. Y su padre, después de pensar un rato, le dijo:
– Hijo, pues por muy bien que te lleves con Carnero, si en algún momento ves que se echa hacia atrás, corre todo lo que puedas.
– De acuerdo, papá- dijo Leopardo agradecido por el consejo de su padre.
Un día, que había llovido mucho, el suelo estaba lleno de barro y agua. Al entrar en la cabaña, Leopardo y Carnero entraron con las patas húmedas y el suelo en seguida se tornó resbaladizo.
Carnero, al intentar dar unos pasos, se resbaló hacia atrás, y Leopardo, al verle, recordó las palabras de su padre, y se asustó mucho. Tanto es así, que comenzó a correr y a correr y avisó a su familia, quien le siguió hasta lo más profundo de la selva.
Y así fue cómo desde entonces, los leopardos viven en la selva y los carneros, en granjas y cabañas.
La amistad y la cooperación: El leopardo y el carnero demostraron que podían ser amigos y trabajar juntos. Unos animales tan diferentes, y sin embargo, consiguieron algo grande juntos. El trabajo en equipo hace que los objetivos se alcancen más rápido, y ayuda a entablar lazos de amistad.
El miedo y la prudencia: El miedo es una emoción necesaria, ya que nos ayuda a ser prudentes ya protegernos de los peligros. Sin embargo, si entre medias se ‘cuelan’ los prejuicios, tal vez el miedo nos esté llevando a tomar una decisión equivocada. Esta leyenda del leopardo y el carnero nos invita a ser prudentes, a no fiarse nunca de nadie en exceso, pero también nos sugiere que a veces el miedo puede llevarnos a tener ideas equivocadas del otro.
«El miedo nos lleva a veces a tener ideas equivocadas del otro.»