Ulises en la isla de los Lotófagos.

por chamlaty


Resulta que tras la batalla de Troya, los griegos pudieron regresar a sus hogares, pero Ulises y sus hombres se embarcaron en un largo, larguísimo viaje, con la esperanza de llegar a su tierra, Ítaca. Sin embargo el viaje les llevó por infinidad de extraños lugares, por culpa de unos fuertes vientos que les desviaban constantemente de su ruta.

La primera parada que hicieron, tras navegar durante días, fue en el país de los cicones. Allí libraron otra batalla en la que Ulises perdió a muchos de sus hombres. Así que tuvieron que abandonar aquel lugar derrotados. Y por si eso fuera poco, en alta mar les esperaba una terrible tempestad que rajó las velas de los barcos. Así que tuvieron que remar y remar, hasta llegar a una misteriosa y desconocida isla.

Ya en tierra, se dieron cuenta de que aquel lugar parecía un paraíso de frondosa vegetación y lagos de aguas transparentes… La tripulación comió y bebió plácidamente. Y después, decidieron explorar el interior de aquella isla.

Para ello, Ulises mandó en avanzadilla a tres de sus marineros, que se encontraron con los habitantes de aquel lugar: los lotófagos. Se llamaban así, les contaron, porque se alimentaban de una planta llamada loto. Pero lo que la tripulación de Ulises no sabía es que aquellos que comían de ese alimento, lo olvidan todo, incluida su patria. Así es cómo los tres marineros, tras comer loto, quedaron sumidos en un profundo sueño, y al despertar, pensaron que aquella isla era su hogar.

Ulises se dio cuenta enseguida de lo que pasaba al escuchar las incoherencias de sus hombres:

– ¿Ítaca? ¿Qué dice este hombre de Ítaca? ¿Ese lugar dónde está? Nosotros somos de aquí… – Decían una y otra vez los marineros.

Así que, en cuanto los lotófagos le ofrecieron un poco de esa extraña planta, ‘ató cabos’ y se dio cuenta de lo que había pasado.

– No, no comeremos de este loto, muchas gracias. Acabamos de comer y no tenemos hambre… . se excusó Ulises para librarse de aquella extraña planta.

Ulises, que no quería ofender a los habitantes de aquel lugar, les presentó mil excusas con la intención de irse lo antes posible. Ató a sus tres marineros y ordenó que los llevaran a hombros hasta los barcos. Repararon las velas y partieron enseguida de allí.

Desde luego, hay que andarse con mucho cuidado con aceptar alimentos que desconocemos y que además nos ofrecen en un lugar extraño. 

No te fíes de lo desconocido: El miedo a lo desconocido en realidad es una herramienta maravillosa de la prudencia para ahorrarnos disgustos y alertarnos de posibles peligros. Ser demasiado confiados, puede meternos en problemas. Es lo que les pasó a los tres marineros de Ulises en la isla de los lotófagos, que pensaron que aquello era realmente un paraíso en donde nada podía hacerles daño. Sin embargo, el aceptar aquella planta sin conocerla, les hizo caer en ese olvido de su patria. Esta historia nos recuerda por lo tanto, que no debemos aceptar sin cierta precaución ofrecimientos de extraños o desconocidos.

Siempre la prudencia: Lo único que podría haber salvado de esta pérdida de memoria a los tres marineros en la isla de los lotófagos habría sido la prudencia que lleva a sospechar y a ponernos alerta. Es precisamente la que movió a Ulises a observar bien lo que sucedía, a buscar las causas de aquella pérdida de memoria en sus hombres, y a decidir rechazar aquel alimento por si resultaba ser el causante de aquello.

La importancia de la observación: Si Ulises no hubiera observado muy bien el terreno, sus habitantes y a sus tres marineros, si no hubiera prestado atención a lo que decían, tal vez también hubiera caído en el mismo error. Pero gracias a esta observación, se fijó en aquella planta y se dio cuenta de que tal vez era precisamente ese extraño loto el que hacía hablar así a sus hombres.

Tomar una decisión rápidamente: Ante un problema o una situación de riesgo, no sirve pensar una estrategia con tiempo y analizar pros y contras. Hay que actuar rápidamente y tomar una decisión en el momento. Algunos problemas precisan de una acción inmediata, y en ese momento debemos dejarnos llevar por nuestro ‘instinto de supervivencia’. En este caso, Ulises decidió salir rápidamente de esa isla. No perdió ni un instante. 

 

 

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