Ulises y el odre de Eolo.

por chamlaty

Tras la aventura de Ulises y el cíclope Polifemo, el barco de los guerreros se aventuró en el mar abierto sin rumbo fijo, hasta que llegaron a Eolia, la preciosa isla en donde residía Eolo, dios de todos los vientos. Ulises la vio a lo lejos como una extraña isla flotante, paradisíaca y muy verde, con escarpados precipicios coronados por un imponente muro de bronce. Y a pesar del miedo con el que se adentraron en estas tierras, Eolo les recibió con mucha hospitalidad.

Pasaron unos días fantásticos allí. Eolo les invitó a participar en fiestas y banquetes, y a dormir en mullidos y confortables colchones. Así, durante todo un mes. Hasta que decidieron que debían seguir su camino.

– Ulises, antes de irte, quiero entregarte un regalo– dijo el dios Eolo.

Y el dios de los vientos le entregó un pequeño saco de piel de buey cerrado con fuerza por un hilo de plata, muy bien anudado, para que no se escapara ni una sola ráfaga.

– Este odre contiene todos los vientos menos Céfiro, el viento de poniente, el que sopla en dirección a vuestra patria. Ese viento os lo mandaré yo desde aquí, para que os dirija con suavidad a vuestro hogar en Ítaca. Este odre te puede ser de mucha utilidad en días sin viento. Así podréis avanzar más rápido. Pero ten mucho cuidado, no lo abras de golpe, pues saldrían todos los vientos a la vez. Y sería muy peligroso…

Ulises le dio las gracias por tan fantástico regalo, estaba realmente agradecido, pero no le contó a su tripulación lo que era. Solo les dijo que estaba terminantemente prohibido abrirlo, y lo ató al mástil del barco. Ellos solo vieron un saquito de cuero cerrado, y la curiosidad fue creciendo más y más.

Eolo soltó a Céfiro en cuanto el barco de Ulises partió de allí, y durante algo más de una semana, Ulises pudo navegar camino de su hogar, sin soltar el timón ni dejar de observar su odre de cuero en ningún momento. Pero justo cuando ya divisaban tierra, al décimo día, Ulises cayó vencido por el sueño y el cansancio. Algunos de los tripulantes del barco de Ulises se acercaron entonces hasta donde estaba guardado el odre de Eolo.

Pensaron que podría ser un tesoro, y aunque recordaban la advertencia de Ulises, lo abrieron. Entonces, todos los vientos salieron de su interior, soplando y soplando con fuerza. Provocaron una gran tempestad que llevó de nuevo al barco de Ulises hasta Eolia. Ulises, lleno de rabia y frustración, se encerró en su cuarto a llorar amargamente. Ya ante Eolo, le pidió ayuda de nuevo. Pero el dios le miró con recelo y extrañeza:

– ¿Cómo pretendes que te ayude, si ni con el odre que te di lograste volver a tu hogar? Eso solo puede significar que los dioses no te quieren allí de vuelta- le dijo.

Y sin más, Eolo le echó de allí. Ulises regresó junto con la tripulación al barco y comenzaron a navegar sin rumbo fijo.

La curiosidad es buena en el aprendizaje, pero a veces, nos puede llevar a cometer imprudencias cuando la curiosidad nos empuja a desobedecer órdenes que solo intentan velar por nuestra seguridad.

Las prohibiciones la mayoría de las veces están para protegernos: En este caso, Ulises había prohibido a su tripulación abrir el odre de Eolo por su bien. Ellos no lo sabían, pero ese pequeño saco ocultaba un poder muy peligroso que no podía dejarse libre así como así. Y es que en la mayoría de los casos, las prohibiciones existen para protegernos, como en el caso, por ejemplo, de las señales de tráfico. Desobedecer ciertas normas y saltarnos algunas de esas prohibiciones suponen una imprudencia que muchas veces se paga muy caro.

«La curiosidad que mató al gato»: ¿Conoces este dicho popular? Hace referencia a esa curiosidad que nos perjudica, que nos lleva a cometer imprudencias. Es cierto que la curiosidad es buena y necesaria en el aprendizaje. Sentir curiosidad por lo desconocido nos lleva a investigar y a aprender, pero siempre debemos separar bien aquella curiosidad que ‘construye’ y aporta de aquella que destruye y resta. ¿Y cómo saberlo? Cuando la curiosidad surge en torno a una prohibición, algo que desconocemos pero que puede ocultar algo bueno o algo malo, debemos usar el sentido de la prudencia e investigar siempre muy bien antes de lanzarnos por ello.

Este sentido, el de la prudencia, debe acompañarnos siempre a lo largo de nuestra vida, y más aún en el caso de sentirnos atraídos por algo desconocido.

La generosidad de Eolo: En ‘El odre de Eolo’, el dios de los vientos mostró a Ulises y su tripulación valores muy positivos, como el de la hospitalidad y el de la generosidad. Esta isla, que aparece mencionada en el canto X de La Odisea, se describe como un lugar realmente fabuloso. Ulises y sus hombres fueron recibidos con las mejores intenciones y a su marcha, agasajados con un fantástico regalo. Ulises sentía hacia Eolo una gran gratitud, pero no contó con el poder y la atracción que aquel misterioso saquito, el odre de Eolo, podría ejercer sobre sus hombres. La imprudencia de la tripulación llevó a destruir aquella amistad que había sellado con Eolo, porque el dios de los vientos se sintió traicionado y perdió la confianza en Ulises.

Recuerda que La Odisea se llama así por Odiseo, que es como se conoce a Ulises. Sus aventuras repletas de obstáculos y peligros hizo que este término, ‘Odisea’, comenzáramos a emplearlo para definir momentos muy difíciles en nuestra vida. Así, cuando por ejemplo tienes que hacer frente a una situación muy complicada y llena de problemas, y terminas pasándolo de la mejor forma posible, dices eso de ‘ha sido una odisea’.

Eolia existe: Sí, parece ser que esta isla podría ser Lípari, una de las siete islas eólicas que puedes encontrar en Italia. Aunque en este caso se trata de un archipiélago volcánico al norte de Sicilia.

 

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