Un día, el Señor de los Montes, apenado por la tristeza con la que los animales encaraban la muerte, decidió entregar una nota a uno de ellos para que transmitiera un importante mensaje al resto. Así, llamó a una rana y le entregó una nota.
– «Entrega este mensaje al resto de animales, rana. En él os explico que la muerte no es el final de la vida. Moriréis para luego revivir«.
La rana tomó el sobre y se fue de allí muy contenta, dando pequeños saltos, pensando que la muerte entonces no era más que un juego. Pero por el camino, un poco más adelante, se encontró con la lagartija, que le dijo:
– ¿Dónde vas con esa nota, rana?
– Me la ha entregado el Señor de los Montes para todos los animales. Y tengo que llevarla a la selva para que todos sepan que morirán, pero luego revivirán.
– ¿Y piensas ir tú con lo despacio que vas? Con esos pequeños saltos, no llegarás hasta la noche… ¡Deja que la lleve yo! ¡Soy muy rápido!
Para demostrar a la rana lo rápido que corría, la lagartija hizo un sprint hasta los árboles.
– ¡Sí que corres, lagartija! Pero el Señor de los Montes me dijo a mí que lo llevara y si no lo hago, se va a enfadar…
– ¡Tonterías!- dijo la lagartija arrebatándole el sobre. – En un periquete estaré allí, tú no te preocupes por nada- dijo mientras se alejaba corriendo con la nota.
Pero iba taaan rápido la lagartija, que se le cayó el sobre y ni se dio cuenta.
Al llegar a la selva, todos los animales acudieron a ver qué ocurría. La lagartija, al darse cuenta de que había perdido la nota, decidió dar el mensaje de viva voz:
– ¡Atención todos! ¡Tengo un importantísimo mensaje que me ha dado la rana, y que le dio a su vez el Señor de los Montes! Me ha dicho la rana que moriremos todos y no reviviremos.
Sí, resulta que la lagartija no se acordaba bien de la segunda parte del mensaje, así que lo dio mal, con terribles consecuencias, claro. Los animales se enfadaron mucho.
– ¿Y cómo es que ni se atreve la rana a darnos ese terrible mensaje? ¡En cuanto la veamos, se va a enterar!- dijeron los monos.
Y en esto que apareció la rana dando saltitos por allí…
– ¡Ahí está la culpable! ¡Al fuego con ella!– gritaron los monos.
Agarraron a la pobre rana y la acercaron a una fogata que tenían encendida, pero según se acercaban, la rana se iba poniendo más y más contenta, y no hacía más que decir:
– ¡Mi juego, mi juego!
– ¿Qué le pasa a esta rana? ¿Le gustará el fuego?
– ¡Probemos mejor a ahogarla!- insinuó otro mono– ¡La tiraremos al pozo!
Fueron hasta un pozo y lanzaron a la rana, quien iba gritando según caía al agua:
– ¡Mi juego, mi juego!
La escucharon chapotear un rato, y al cabo de unos minutos, de un salto, la rana reapareció ante ellos. Uno de los monos dijo:
– ¿Pero cómo iba a morir ahogada la rana, si es un animal de agua?
Enfadados, se dieron media vuelta y se alejaron, mientras la rana, lanzándose de nuevo al agua, siguió chapoteando de lo lindo.
La expresión ‘tener la lengua larga’: No es casual que en este cuento, ‘La lengua larga de la lagartija’, se haya escogido a este animal, precisamente por su gran característica de tener la lengua muy larga. Y seguro que más de una vez escuchaste la expresión: ‘tiene la lengua muy larga’, refiriéndose a alguna persona. No quiere decir que esa persona la tenga de verdad, sino que, como la lagartija en este cuento, suele contar cosas que no debe contar.
Es típico de personas ‘chismosas’, que les gusta contar secretos de otros, que no, piensa antes de contar algo importante… O que sienten una necesidad imperiosa por contar los primeros las noticias importantes. También se dice ‘tener la lengua larga’ cuando se dicen muchas palabrotas o palabras hirientes.
Las consecuencias de tener la ‘lengua larga’: Ahora que ya sabemos lo que significa esa expresión, podemos centrarnos en las consecuencias, que también se ven muy bien en esta historia de ‘La lengua larga de la lagartija’. Este animal, al dar mal el mensaje, arma un tremendo revuelo e incita a la ira a los otros animales, no contra ella, pues la lagartija solo ha sido un mensajero del mensajero… sino al que debía llevar el mensaje, la rana. Y es que los rumores, las palabras feas… la ‘lengua larga’, en definitiva, suele generar malestar, confusión y error. Los monos, enfadados, creyeron que el culpable de esa terrible noticia era la rana, y a por ella que fueron.
«Los rumores, las palabras feas e hirientes, generan malestar, confusión, error y sentimiento de ira en otros»
El mensaje de la fe: Sorprendidos se quedaron los monos en este cuento de ‘La lengua larga de la lagartija’ al ver la reacción de la rana cada vez que estaba cerca de la muerte. No solo no tenía miedo, sino que se ponía más contenta. Ellos no entendían nada, pero en realidad lo que salvaba a la rana de sentir tristeza o miedo era la fe que tenía en las palabras que había escuchado del Señor de los Montes. Ella sí sabía que tras la muerte volvería a la vida, y se tomaba aquello como un divertido juego. La fe nos libra de sufrimientos, es como un bálsamo en momentos difíciles.
El sentido de responsabilidad: En realidad, la rana no quería entregar el mensaje a la lagartija. Un sentimiento de prudencia y sobre todo, responsabilidad, pesaba sobre ella. Pero, en ‘La lengua de la lagartija’, este inquieto y rápido animal, la lagartija, se salió con la suya, aprovechándose de la tranquila rana, que observó sin poder hacer nada, cómo la lagartija se alejaba de allí con el mensaje. La pobre rana se quedó disgustada, porque sabía en el fondo que ese era su trabajo y que algo podía salir mal.