Un sabio budista convocó un concurso de pintura al que acudieron muchísimos artistas de todos los reinos. La temática del concurso era ‘La paz perfecta’.
Los pintores comenzaron a plasmar lo que ellos entendían por paz a través de hermosos paisajes: atardeceres cálidos sobre montañas altísimas, o bien rayos de sol acariciando las más bellas flores.
Sin embargo, uno de los pintores creó un cuadro muy diferente al resto. Su paisaje mostraba un mar enfurecido, nubes amenazantes y un precipicio sobre el que se alzaba un árbol.
El supervisor de las obras pensó que se había equivocado de temática y decidió no presentarlo para su evaluación final. El maestro budista comenzó a mirar los cuadros que se habían presentado al concurso, pero no conseguía encontrar la obra perfecta.
– ¿No se ha presentado nadie más?- preguntó.
– Bueno, solo queda un cuadro, pero no tiene nada que ver con la temática que habíamos pedido… – dijo el supervisor del concurso.
– Sea como sea, si se ha presentado, tiene derecho a que su obra esté entre todas estas. Deja que lo vea…
Entonces, llevaron el cuadro del mar embravecido hasta el maestro y después de observarlo, sonrió:
– Al fin tenemos un ganador.
– Pero… ¿cómo? ¿Es el cuadro que representa la paz perfecta? ¡No puede ser!- exclamó el supervisor.
– Sí, lo es… si te fijas, sobre el árbol que se asoma al precipicio y bajo la tormenta, un pequeño pájaro descansa en su nido ajeno al viento y al oleaje. Este es sin duda el mejor ejemplo de la paz perfecta.
La paz no está a nuestro alrededor, sino dentro de nosotros. Por eso, la paz perfecta es aquella que consigue mantenerse firme a pesar de todo lo que le rodea:
Mantenerse en calma a pesar de la tempestad: El ejemplo del cuadro que ganó el concurso es una bella metáfora sobre cómo lograr la paz perfecta. No es aquella que intenta evitar los problemas y aislarse de los peligros. Sino la que a pesar de los obstáculos, de las tempestades y de los peligros, se mantiene firme y tranquila. Es aquella que no tiene miedo y cree en sus posibilidades. La que le planta cara a la lluvia y al viento y a pesar de ellos, no se mueve.
La paz está dentro de nosotros: Para conseguir esa paz de la que habla el maestro, debemos aprender a dominar las emociones, a encontrar su equilibrio. A aprender a convivir con el miedo sin que nos bloquee, o a no dejarnos invadir por un exceso de tristeza o de alegría. Debemos aprender a controlar las frustraciones y a valorar las emociones para usarlas a nuestro favor, y no en nuestra contra. De esta forma, controlando las emociones, lograremos la paz perfecta.
«La paz perfecta es aquella que nos permite vivir en calma a pesar de las tempestades que nos rodeen»