Descansaba un mono en las ramas de un árbol. Desde allí estaba observando cómo unos pescadores echaban las redes al agua, esperaban un rato y después sacaban un buen número de peces.
– ¡Esto debe ser bastante fácil!- se dijo el mono.
Así que cuando los pescadores se retiraron a descansar un rato, el mono bajó del árbol, tomó las redes e intentó hacer, por imitación, lo mismo que hicieron los hombres.
Agarró bien las redes y tomando carrerilla, de un impulso, las lanzó al río. Pero su destreza no era la que imaginaba y el mono se enredó y terminó cayendo al agua con las redes. Mientras intentaba mantenerse a flote para no ahogarse, se lamentaba diciendo:
– ¡Ay, quién me manda a mí pretender pescar sin antes aprender!
Moraleja: «Quien intenta meterse en temas de los que no sabe ni aprendió, puede terminar metiéndose en un problema»
(‘El mono y los pescadores’ – Esopo)
Nuestra prepotencia y vanidad a veces nos lleva a cometer imprudencias como la que cometió el mono en esta historia… ¡pretender hacer una tarea compleja sin aprender antes!:
Para saber hacer algo, primero hay que aprender: No nacemos sabiendo. Todo en esta vida lo hemos aprendido. Es cierto que a veces por imitación conseguimos aprender pero otras tareas más complejas, más relacionadas con una profesión, precisan un aprendizaje, una práctica y un esfuerzo y perseverancia mínimos. En este caso, en la fábula del mono y los pescadores, el mono intentó pescar sin dar antes ninguna clase práctica. Resulta que no era tan fácil como imaginaba.
El desconocimiento nos puede meter en problemas: El mono terminó metido en un gran problema por culpa del desconocimiento. No sabía lanzar las redes y aún así lo intentó, tal vez movido por su vanidad y prepotencia. Sin embargo, la falta de aprendizaje le pasó factura. Y es que al final todos nuestros actos tienen consecuencias.