La luciérnaga, una leyenda maya

por chamlaty


Hace mucho, mucho tiempo en el Mayab (la Tierra en sus comienzos), existió un hombre que podía curar todas las enfermedades. La noticia se extendió y pronto llegaron hasta él muchas personas en busca de sanación. Para curar sus males, él sacaba una pequeña piedra verde de su bolsillo y susurraba unas palabras. Esto bastaba para curarles.

Pero un día, el hombre salió a pasear por la selva. Caminó tanto que cansado, decidió dormir un rato bajo un árbol. Pero al cabo de unos minutos, una intensa lluvia le despertó, y salió corriendo hacia su casa, con tan mala fortuna, que con las prisas, la piedra verde se cayó de su bolsillo.

Al llegar a su casa, una mujer le esperaba. Necesitaba que curara a su hijo. Pero cuando fue a buscar su piedra, no la encontró. Entonces pensó en cómo encontrar algo tan pequeño en una selva tan grande.

– ¡Ya lo tengo!- dijo el hombre esperanzado- ¡Pediré ayuda a Cocay!

Cocay era un insecto volador pequeño pero muy ágil y rápido. ¡Y conocía muy bien todos los rincones de la selva!

Así que Cocay se prestó voluntario para buscar la piedra. Se metió en todos los rincones, incluso entre las hojas y la hierba. Buscó entre las ramas de los árboles y el agua del riachuelo. Y a pesar de estar agotado, cocay no quiso parar. Cuando se echó la noche encima, Cocay lloró desconsolado porque quería seguir buscando y no podía ver. Entonces, su pequeño cuerpo empezó a brillar e iluminado, el pequeño insecto siguió buscando… hasta encontrar la pequeña piedra verde.

Cocay llevó muy contento la piedra a su dueños y éste, al ver al pequeño insecto brillar, se sintió tan orgulloso que le dijo:

– Has demostrado tu entrega, esfuerzo y perseverancia. Tienes luz propia, pequeño Cocay, pero a partir de ahora la tendrás siempre. Tu cuerpo brillará en medio de la noche.

Y desde aquel día, Cocay y todos los suyos se transformaron en luciérnagas.

La generosidad y solidaridad suelen obtener recompensa: La generosidad se entrega sin esperar nada a cambio. Cuando es así y brota del corazón de forma natural, suele obtener una recompensa. No así la que busca un interés oculto. Cocay en esta historia solo quería ayudar, sin más, y encontrar aquello que el hombre necesitaba para hacer el bien. Por eso obtuvo después una recompensa.

El esfuerzo y la perseverancia dan sus frutos: El pequeño insecto quería seguir y seguir sin parar, a pesar de la noche y la oscuridad. Los dioses le ayudaron al comprobar la bondad y entrega de su corazón y le otorgaron luz propia. Al final su esfuerzo obtuvo resultados.
Aquel que es bondadoso y generoso posee luz propia: La luz de la luciérnaga no deja de ser una metáfora que nos explica por qué algunas personas parecen tener ‘luz propia’. Son aquellas que tienen un corazón bondadoso, que se esfuerzan y perseveran y no dudan en sacrificarse por otras.

 

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