Cuentan que hace mucho, en un pueblo pequeño de la China, un hombre guardaba su leña junto a la chimenea. Su vecino, al ver aquello, se acercó y le dijo:
– Si no retiras la leña de ahí, puedes provocar un incendio y quedarte sin casa. ¿No ves que está muy cerca del fuego?
Pero el vecino, que era muy orgulloso, pensó que eso era prácticamente imposible y no le hizo caso.
A los pocos días, la casa de este hombre comenzó a arder por culpa de la leña que había junto a la chimenea. Los vecinos le ayudaron a apagar el fuego con tanta rapidez que apenas tuvo que lamentar daños.
Y él, agradecido, invitó a una merienda a los vecinos que le ayudaron a apagar el incendio. Sin embargo, no había invitado a aquel que le advirtió del peligro.
Uno de sus vecinos invitados, se dio cuenta y le dijo:
– Está muy bien que nos invites y agradezcas que te ayudáramos a apagar el fuego. Pero… ¿No hubiera sido más justo que también hubieras invitado a aquel que te advirtió y al que si hubieras hecho caso, te habría evitado esta desgracia?
Moraleja: «Muchas veces olvidamos agradecer un buen consejo que, de seguirlo, nos hubiera evitado una desgracia»
(La chimenea mal situada – Ban Gu)
Este cuento chino de ‘La chimenea mal situada’ fue escrito por Ban Gu, que también fue historiador y poeta. Aunque sea un cuento, podemos valorarlo como una fábula, ya que nos aporta una interesante moraleja.
El orgullo y la soberbia nos ciegan y hacen que actuemos de forma imprudente: ¿No has oído nunca eso de ‘no te dejes llevar por la ira’? Lo mismo podríamos decir del orgullo y la soberbia. En todos estos casos, son emociones que nos ciegan y nos hacen cometer imprudencias. Como la que cometió el protagonista de esta historia, quien prefirió no seguir el consejo de su vecino, pensando que él sabía más y mostrando una actitud orgullosa e irresponsable. Las consecuencias, ya las conoces.
El sentido de la prudencia es fundamental: Puede que fuera verdad que la posibilidad de incendio fuera mínima. Eso es lo que pensaba el hombre que colocó la leña junto a la chimenea. Él pensó: ‘tiene que ser muy mala suerte que una llama crezca tanto que llegue hasta la leña. o que una chispa salte tanto que llegue hasta aquí’. Pero en el momento en el que existe una mínima posibilidad de que suceda, el sentido de la prudencia debería ponerse en marcha. Te ahorrará un futuro disgusto. Recuerda, aunque creas que es muy difícil que suceda algo negativo, hazte siempre esta pregunta: ¿Y si…?