Nadaba majestuoso un cisne en el lago, con su hermoso cuello largo y sus plumas blanquísimas. Un cuervo lo vio y empezó a sentir una profunda envidia. Pero pensó que su belleza no tenía mérito ninguno:
– Yo sé por qué tienes en realidad el cuerpo tan blanco… Es porque te estás bañando todo el día- dijo el cuervo.
Y para demostrárselo, el cuervo se sumergió en el agua, convencido de que así su cuerpo perdería ese todo tan oscuro. Pero al salir del agua, se miró y sus plumas seguían siendo tan negras como siempre.
Aún más enfadado, decidió entonces estropear el color del cisne, y se revolcó en el barro para sacudirse cerca de él. Entonces, las plumas del cisne se llenaron de barro, pero al sumergirse en el agua, volvió a recuperar su tono blanco, y sus plumas parecían incluso más hermosas y brillantes. El cuervo, desesperado por no poder imitar el color blanco del cisne, se fue de allí.
Moraleja: «De nada te servirá despreciar la virtud, el talento o la belleza por envidia, porque nada van a cambiarlos».
(El cisne y el cuervo – John Guy)
La diferencia entre envidia y celos: En esta fábula, ‘El cisne y el cuervo’, se explica un detalle muy característico del envidioso, algo que lo diferencia del celoso. Así, el cuervo al principio sentía celos del cisne porque quería ser tan blanco como él. Por eso, intento ser igual que él, zambulléndose en el agua. Al no conseguirlo, sus celos se tornaron en envidia, y ya no buscaba ser como el cisne, sino que deseaba que el cisne no fuera tan hermoso y tan blanco. Es decir: buscaba hacer el mal al cisne. Esa es la diferencia entre los celos y la envidia, tan bien explicada en esta fábula: el celoso quiere parecerse a otros y el envidioso, estropear la felicidad o belleza de otro.
Con envidia, solo conseguirás hacerte daño a ti mismo: El envidioso busca hacer mal a otros porque les molesta que esos otros sean felices, hermosos o virtuosos. Pero nunca consiguen su objetivo, porque la envidia al final es como un escorpión que termina inyectándose el veneno a sí mismo. Aunque consiga hacer daño a otro, también se lo estará haciendo a sí mismo.
El que es feliz, no cae en la trampa de los envidiosos: En esta historia, el cisne permanece impasible y no se altera ante las embestidas y las insinuaciones del cuervo. Es un rasgo muy común de las personas realmente felices y con una buena autoestima: no les importa lo que le digan otros ni caen en la trampa de una pelea sin sentido; no se alteran ante una burla o un desprecio: más bien sienten lástima por el envidioso.
«Las personas realmente felices no sienten envidia ni caen en la trampa de los envidiosos»