Existió hace mucho tiempo un rey muy bueno y querido llamado Midas. Sin embargo, tenía un defecto: su amor por el oro. Deseaba tener todo el oro del mundo. Y esto era porque una adivina, cuando él era niño, le dijo que estaría rodeado de riquezas. Esa idea le persiguió durante mucho tiempo.
Un día, el rey Midas hizo un favor a un dios, de nombre Dioniso, dios del vino y la vendimia e hijo de Zeus. El dios le dijo al rey:
– Estoy muy agradecido, Midas. Pídeme lo que quieras y te será concedido.
El rey lo tenía muy claro:
– Deseo que se convierta en oro todo lo que toque.
El dios, le dijo:
– Midas, ¿seguro que quieres eso? Piénsatelo bien… ese deseo puede traerte muchos problemas…
Pero el rey Midas, movido por la codicia, dijo:
– Estoy seguro, es lo que deseo.
– Pues así sea- contestó el dios.
A partir de entonces, todo lo que iba tocando el rey se convertía en oro… la ropa, las puertas… hasta su perro, que salió a su encuentro y al acariciarlo, se transformó en oro.
El rey Midas entonces sintió hambre, pero cada vez que tocaba un alimento para comer, este se transformaba en oro. Desesperado y hambriento, al cabo de unos días, rogó al dios Dioniso que eliminara el don que había pedido. Y el dios, compasivo, le dijo que terminaría con este don tras bañarse en el río Pactolo. Hasta allá fue el rey Midas y por fin, tras salir del agua, pudo volver a hacer una vida normal.
Desde entonces, las arenas del fondo de este río se llenaron de pequeñas partículas de oro y él, al fin, comenzó a ‘curarse’ de esa obsesión por el oro que le perseguía desde niño.
La avaricia, ciega: La codicia del rey Midas le impidió usar la razón y el sentido común. Si lo hubiera hecho, se hubiera dado cuenta de que convertir en oro todo lo que tocaba no era ni mucho menos un don, sino un castigo. El rey no pensó en las consecuencias de su deseo. ¿Y sabes por qué? ¡Por culpa de la codicia! Estaba tan cegado que no era capaz de ver nada más.
Las obsesiones nos llevan a cometer errores: En realidad el deseo del rey Midas era fruto de una obsesión que se había forjado siendo un niño. No fue capaz de liberarse de esa obsesión y terminó por causarle un gran mal. Afortunadamente se encontró por el camino con un dios bueno y comprensivo.
«Las obsesiones nos llevan a cometer grandes errores.»
La necesidad de perdonar: En realidad el dios Dioniso sabía que lo que pedía el rey Midas no era nada bueno, pero le dejó escoger con libertad. En lugar de enfadarse y decirle luego que tenía lo que había pedido, optó por perdonarle. ¿Qué consiguió con ello? El arrepentimiento y agradecimiento de Midas, totalmente avergonzado ante un error que no había sido capaz de ver antes de tiempo.