Cuentan que hace mucho tiempo, existió un rey bondadoso y trabajador, pero que tenía un hijo muy perezoso y falto de ilusiones, al que no le apetecía hacer nunca nada. No hacía más que quejarse todo el rato y responder con malas palabras cada vez que le ordenaban hacer una tarea:
– ¡Ojalá fuera ya mayor para poder ser rey y hacer lo que quisiera!
Pero un día, el príncipe encontró una bobina de hilo de oro sobre su cama y, para su sorpresa, la bobina le habló:
– Soy una bobina especial. Represento tu vida, toda tu vida, desde el principio hasta el final. ¿Ves que sobresale un poco de hilo? Son los años que ya has vivido. Si tiras del hilo, tu vida avanzará. Debes tratarme con cuidado, porque el hilo que desenrrolles, no podrá volver a su lugar. Puedes tirar del hilo y pasar a otra etapa de tu vida si quieres, pero recuerda… los años que saltes, no volverán. Piénsalo bien.
– ¡Maravilloso! – respondió asombrado el príncipe– Además siempre he querido ser más mayor.
Así que, sin pensarlo más, tiró de la bobina. ¡Se moría de curiosidad por saber si lo que decía la bobina era verdad! Se miró en un espejo que tenía en su cuarto y efectivamente, ya no era un adolescentes, sino un joven apuesto, de unos 20 años.
El príncipe sigue investigando cómo será su vida con la bobina maravillosa
Pero de pronto el príncipe pensó que con esa edad tendría que trabajar mucho, así que decidió tirar un poco más, y se hizo algo más mayor. Tenía unos 35 años, una espesa barba y una corona en la cabeza… ¡era rey!
– ¡Es la corona de mi padre! ¡Ya soy rey!– gritó entusiasmado.
Pero el príncipe no estaba conforme, porque le entró curiosidad por saber cómo serían su mujer y sus hijos, y volvió a tirar de la bobina. Y al instante apareció junto a él una hermosa mujer de largos cabellos dorados y cuatro niños sonrosados.
– ¡Qué bella es mi mujer y qué lindos mis hijos!- se dijo el príncipe- Pero… ¿Cómo serán mis hijos de mayores?
Así que el príncipe volvió a tirar del hilo y sus hijos de pronto crecieron. Eran unos hombres hechos y derechos. Entonces es cuando se dio cuenta de su error. Se miró al espejo y vio un hombre anciano, enjuto, encorvado de pelo blanco y rostro consumido.
– ¡No! ¿Qué es esto? – dijo entonces el príncipe- ¡Soy un anciano decrépito! – dijo entonces angustiado.
Miró la bobina y vio que ya quedaba muy poco hilo. Su vida estaba llegando a su fin. El príncipe intentó enrollar de nuevo el hilo, totalmente desesperado, pero no pudo.
– Te advertí- dijo la bobina- Y no me hiciste caso. Ahora no hay vuelta atrás y toda tu vida se ha esfumado. Has desperdiciado tu vida y ahora debes acabar…
El viejo rey asintió. Cabizbajo, salió al jardín para vivir sus últimos minutos de vida. Bajo el sol de primavera y entre árboles repletos de flores, el rey, murió.
Los momentos que desperdiciamos, no volverán: Todo lo que no vivimos por desidia o pereza, no volverá. Las oportunidades perdidas no se recuperan y si dejamos pasar los minutos son vivirlos apasionadamente, nos arrepentiremos, cuando queramos recuperarlos y ya no podamos.
El tiempo pasa deprisa, no lo desperdicies: Si nos pasamos el día quejándonos por lo que no queremos hacer, no podremos llenar nuestra vida de experiencias y aunque parezca redundante, de vida. El tiempo pasa más deprisa de lo que imaginamos. Mira hacia atrás de vez en cuando y observa cómo construiste tu vida. ¿Estás conforme de cómo la llenaste? ¿Piensas que te quedan cosas por hacer? Pues no esperes más. Vívelas. Búscalas. Deja una vida llena de vida, y no vacía.
No quieras saltarte etapas maravillosas de la vida: Cada etapa de la vida tiene su momento. ¿Por qué hacer ya lo que debemos vivir en el futuro? Si intentas vivir la vida de adulto en la adolescencia, por ejemplo, estarás saltándote una etapa que jamás volverá. Y que dejará un vacío en tu línea de tu propia vida. No quemes las etapas. Vive como un niño si eres un niño. Vive como un adolescentes en tu adolescencia. No intentes ser un niño o un anciano en tu etapa adulta. Y disfruta de la vejez cuando llegue. Es lo que este maravilloso cuento de La bobina maravillosa quiere decirnos.