Cuenta una leyenda del Caribe que hace mucho, pero que mucho tiempo, la Tierra era plana, completamente plana. Y las personas que vivían cerca del mar, siempre estaban atemorizadas porque pensaban que el agua entraría en sus viviendas y zonas de cultivo.
Un día, todos estos hombres y mujeres pidieron ayuda a Caruba, el rey de todos los dioses. Él a su vez, conmovido por el miedo de los humanos, decidió comentarlo con su hijo Cuma.
– Hijo, baja a la Tierra y busca una solución para este problema.
Cuma obedeció a su padre, con un poco de desgana, porque era un tanto holgazán. Pero como en el fondo era bondadoso, bajó a la Tierra. Y, después de observarlo todo con detenimiento, tuvo una idea:
– Si coloco enormes rocas a lo largo de toda la orilla, el agua no podrá llegar hasta ellos…
Pero claro, ese trabajo requería mucho esfuerzo, y Cuma nunca encontraba el momento para comenzar, así que pasaron los días y aún no había hecho nada.
Al cabo de unos meses, se desató una fuerte tormenta que hizo crecer el nivel de las aguas. El mar entró en la zona habitada y se llevó por delante todas las cosechas y muchas viviendas.
El dios Caruba se enfadó mucho y mandó llamar a su hijo:
– ¡Cuma! Te pedí que hicieras algo para evitar que el agua llegara hasta la zona en donde viven los humanos. ¡Y no hiciste nada! Eres desobediente y holgazán ya partir de ahora vivirás en las entrañas de la Tierra.
Cuma apareció entonces en el centro de la Tierra, en un lugar oscuro y de estrechos pasadizos. Y por mucho que intentó encontrar la salida gateando, no la encontró. Desesperado, golpeó los pasadizos con tanta fuerza, que toda la Tierra se movió y las rocas del exterior comenzaron a ascender.
Al día siguiente de esos temblores, las personas, al salir de sus casas, contemplaron algo increíble:
– ¡Mirad! ¡La orilla se ha elevado y el mar ya no podrá llegar hasta nosotros! ¡Y fijaros en esas rocas gigantescas que se elevan hacia el cielo!
Sin querer, Cuma había conseguido mover la Tierra y crear al agitarla las montañas y los precipicios. Aún hoy de vez en cuando Cuma golpea de nuevo las entrañas de la Tierra, en busca de una salida. Es cuando se produce un terremoto.
Nuestros actos tienen consecuencias. No solo lo que hacemos, sino también lo que no hacemos.
Nuestras decisiones sobre lo que hacemos o no hacemos, pueden afectar a otros: Ya viste que en Cuma y las entrañas de la Tierra, nuestro protagonista no cumplió la tarea que le encargó su padre. Las consecuencias fueron terribles, y al final recibió un castigo que terminó ayudando de forma indirecta a los hombres. Todo lo que hacemos y no hacemos repercute en los demás.
La holgazanería nos lleva a problemas: Cuando nos dejamos llevar por la pereza, al final terminamos arrastrando un problema que puede agrandarse más. Ya lo dice el refrán: ‘no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy’.
A dónde nos lleva la desobediencia: El hijo de Caruba desobedeció a su padre. No con mala intención, solo por ‘vaguería’. No le apetecía trabajar… Y ya sabes que igual que el esfuerzo recibe a la larga una recompensa, la pereza y la holgazanería suele recibir un castigo.
«La pereza nos lleva a arrastrar problemas que se hacen más y más grandes…»