Había una vez un hombre que amaba los loros. Pensaba que eran los animales más inteligentes del planeta, y por esa misma razón, pensó en criar una pareja de loros y enseñarles todos los conocimientos de los humanos. Para que los loros pensaran que eran uno más de entre los humanos, los compró siendo aún un par de huevos. Los vio nacer y desde el primer momento los crió como si fueran sus propios hijos.
El hombre enseñó a los loros conocimientos de todo tipo: matemáticas, lengua, gramática, Historia, Geografía. Y pronto se convirtieron en los loros más sabios del mundo. Eran capaces de resolver complicadas ecuaciones y recitar el más complejo de los romances.
Sin embargo, el hombre se hizo mayor y murió, y sus hijos, que no sentían la misma admiración por estos animales, no se pusieron de acuerdo para quedarse con ellos, así que decidieron dejarles en libertad y que se buscaran su propio camino.
– Son unos loros muy listos- dijo uno de los hijos-. Seguro que no tienen ningún problema para salir adelante. Dejémosles la puerta abierta para que sean libres.
Los hermanos estaban de acuerdo, así que dejaron la jaula junto a la ventana y abrieron la puerta para que salieran cuando ellos quisieran.
Los loros vieron cerca un árbol y saltaron a la ventana y de ahí a una de las ramas del árbol. Poco a poco, con pequeños saltos, fueron subiendo de rama en rama. Y en una de ellas se encontraron con otro loro, esta vez, silvestre.
– ¡Hola!- dijo el loro silvestre a los loros sabios- No os conozco, no os vi nunca por aquí…
– Es la primera vez que salimos de nuestra jaula- contestó uno de los loros sabios- Normal que no nos vieras hasta hoy. Nuestro amo murió y sus hijos nos han dejado salir de la jaula.
– Oh, vaya. Pues me alegro por vosotros…- Dijo entonces el loro silvestre.
– No creemos que tengamos problemas- continuó hablando el otro loro sabio- Tenemos conocimientos de todas las materias.
Y dicho esto, los dos loros comenzaron a demostrar al loro silvestre todo lo que sabían: hablaron en diferentes idiomas, pronunciaron de memoria algún poema, le explicaron el resultado de alguna operación de matemáticas…
Y en esto que el loro silvestre, mientras escuchaba atento la lección de los dos loros sabios, vio por el rabillo del ojo que un enorme gato les había visto y empezaba a escalar sigiloso el tronco del árbol.
– Perdonad- interrumpió de pronto el loro silvestre a los loros sabios- ¿Y entre tanto conocimiento vuestro amo os enseño a volar?
– ¿Volar?- respondieron sorprendidos los loros sabios- Sí, claro, suponemos que podremos volar porque el peso del aire bajo el ala ejerce una presión menor que..
– No, no- insistió el loro silvestre- No me refiero al razonamiento de la fórmula exacta para poder volar. Me refiero a que si sabéis volar de verdad.
– Nunca lo hicimos, la verdad- contestó extrañado uno de los loros sabios.
– Vaya- dijo entonces el loro silvestre levantando el vuelo-. Veo que vuestro amo os enseñó muchas cosas, pero se olvidó de enseñaron lo más importante. ¡Buena suerte!
Y el loro silvestre se alejó volando, pensando en lo inútil que puede llegar a ser a veces el conocimiento humano.
Moraleja: «Más vale ser listo que inteligente, saber menos pero lo necesario que mucho pero poco práctico».
(‘Los dos loros sabios’ – Prem Rawat)
A veces nos ‘emborrachamos’ de información inútil, que no sirve para desenvolvernos en la vida.
Por qué debemos aprender a priorizar las cosas importantes en nuestra vida para ser felices.
No es más sabio el que más conocimientos tiene, sino el que sabe adaptarse y sobreponerse a los cambios y las dificultades.
Una cosa es información y otra sabiduría. Podemos tener muchos conocimientos y ser, sin embargo, los más ignorantes de todos. ¿Para qué sirve una compleja ecuación si luego no somos capaces de freír un huevo?
Aprende a priorizar lo más importante. Vivimos rodeados de información, tenemos sobredosis informativa. Y creemos que por tener tantísima información, sabemos más. Y sin embargo, estamos sacrificando la especialización, la profundización en los temas básicos. Puede que sepamos muchos idiomas, pero si no somos capaces de hablar con corrección en nuestro propio idioma, ¿de qué sirve? Haremos muchas cosas, pero mal. Tendremos mucha información que no nos sirva para nada, y no seremos capaces de priorizar lo más importante.
Lo más útil es en realidad lo más importante. Frente a todo este exceso de información, está la práctica. Es al final lo que más utilidad nos va a aportar. Podemos saber resolver ecuaciones y raíces cuadradas, pero si vamos a comprar y nos timan con facilidad, ¿para qué sirve? Lo que de verdad nos resulta útil es aquello que utilizamos en el día a día. Y por supuesto, la astucia.
No es lo mismo ser listo que ser inteligente. Inteligente es aquel que atesora muchos conocimientos, que es capaz de sacar ‘cum laude’ cualquier examen, pero puede que esa persona que es tan inteligente, sea un desgraciado en la vida y no encuentre trabajo. ¿Por qué? Porque el mundo al final es de los listos, no de los inteligentes. Listo es aquel que sabe salir de cualquier problema usando la astucia y la intuición. Que sabe estar en el lugar adecuado en el momento preciso, que es capaz de ganarse la simpatía de otros mediante la palabra. ¿Se puede ser inteligente y listo a la vez? Sí, por supuesto, aunque suelen ser mundos diferentes.
El sabio es aquel que sabe superar cambios y dificultades. Puede que sepas muchas cosas, pero si te quedas petrificado ante un cambio o un problema, esos conocimientos no te servirán de nada. Lo que de verdad importa es saber adaptarse a los cambios y tener recursos suficientes para hacerle frente a las adversidades.